Aires de esperanza es despareja, fluctúa entre distintos géneros sin crear algo propioyse empantana a la hora de cerrar una historia que podría haber sido más simple. Jason Reitman abusa del flashback parasobre explicar aquello que no logra resolver desde el presente y lo único que consigue es aniquilar ambigüedades y misterios. Es una película tan poco confiable como su título de distribución (Labor Day, el título original es preciso y funcional al relato).
El valor de verdad es el que le imprimen los actores. Es creíble Josh Brolin como fugitivo, con una mirada fija y ceñuda que suma al relato temeridad e incertidumbre. Es creíble el pequeño protagonista Gattlin Griffith, candoroso y lejos de la cursilería. Es tremendamente creíble Kate Winslet en su depresión, con una puesta en acto del sufrimiento que se traduce en gestos exactos y patéticos sin gritos ni declamaciones. Pero el margen de libertad de un actor siempre será limitado y la realidad es que Reitman tensa el relato hacia un lirismo poco convincente, tan forzado como cuando idealiza a un fugitivo condenado por el asesinato de su mujer que de golpe es padre ejemplar, amante de los niños y de las tareas domésticas.
Como en La joven vida de Juno, los hechos se nos presentan a través de un ser en pleno crecimiento y formación. Es inevitable asociar el nombre del director a esta película y, aunque Reitman cuente con otras cuatro en su haber,Juno es una película de gran entidad, clases sociales y generacionales bien delineadas y buenos diálogos de una guionista probada. Claro que no se trata de poner en escena una fórmula inquebrantable. Menos de recetas eficaces o de libros exitosos. El indiscutido encanto de Juno radica en su extrema lozanía pero también en la habilidad del director para acariciar asperezas.
En Aires de esperanza también existe un velo juvenil a través del cual vemos cómo se decantan los hechos. Esta mirada es inocente pero también moral y quizás sea la mayor destreza del cine de Reitman. El diálogo de los hermanos con el padre y su nueva esposa o la elocuente noviecita de Henry (un personaje que daría para otra película) dan cuenta de su gran capacidad para adentrarse sin condescendencias en una mirada preadolescente.
También resulta inevitable –quizás por mera afinidad temática– asociar Aires de esperanza a películas como Un mundo perfecto y Los puentes de Madison. Incluso con Más allá de la vida; la escena en la que Brolin enseña a Winslet y a su hijo a hacer un pastel de durazno remite aunque vagamente a la clase de cocina magistral de la película de Eastwood. Pero en Eastwood los hechos narrados tienen valor y existencia por su arrolladora fuerza exponencial, más allá de cualquier significado añadido. En Aires de esperanza, el pastel de durazno reviste un valor metafórico, tan obvio y sobrecargado que el pequeño protagonista terminará transformándose en empresario pastelero.