Ajami

Crítica de Diego Lerer - Clarín

El círculo del odio

Varias historias paralelas dan vida a este intenso drama, nominado al Oscar.

Algo en la estructura de Ajami hace sospechar lo peor. Al rato de comenzar el filme, cuando vemos que su estructura va por el camino del relato coral, con muchas subtramas paralelas que casi no se tocan al principio pero luego comienzan a encontrarse, tememos por uno de esos mazazos simbólicos al estilo Crash , en el que todo un universo de personajes (nacionalidades, religiones, clases sociales, etc.) se cruzan para que el director (en este caso, los directores) pueda decir algo sobre “el mundo”.

Y si bien algo de eso hay en este filme, varias particularidades lo hacen distinguible y recomendable. Por un lado, el hecho de que sea codirigido por un israelí y un palestino lo transforma en un caso político peculiar. Y, por otro, la trama corre por zonas inesperadas, casi más cercanas al policial scorseseano que al discurso político.

El filme empieza con un intento de asesinato equivocado y sigue con sus consecuencias. Omar es un joven metido en una guerra mafiosa entre beduinos que empezó cuando su tío mató a un miembro de otra familia y ahora debe conseguir mucho de dinero para parar el derramamiento de sangre.

Por otro lado está Malek, un inmigrante palestino que trabaja en el mismo restaurante que Omar y también necesita dinero, pero para pagar una operación de su madre. A Dando también lo corre la de- sesperación: es un policía israelí que trata de saber qué pasó con su hermano, soldado, que ha desaparecido dejando a la familia deshecha. Y hay un cuarto actor de esta trama: Bin (interpretado por Scandar Copti, codirector, con el israelí Yaron Shani), un palestino de clase media que tiene una novia judía, algo que le trae bastantes problemas con sus amistades y que también se suma al ciclo de violencia.

Las historias se tocan unas con otras, pero más allá de intentar hacer una conexión dramática a sangre y fuego, lo que Copti y Shani intentan hacer es describir vidas y conflictos posibles en Ajami, un barrio israelí que da título al filme, en el que se cruzan etnias, nacionalidades y religiones. Son escenas específicas, más que el todo interconectado, lo que resalta: cómo se maneja un juicio entre familias beduinas, cómo la desconfianza termina en una discusión y cómo se pasa a la acción.

Ajami es una película violenta sobre un territorio violento. La metáfora obvia está servida, pero los directores tienen el nervio y el talento suficiente como para que la(s) historia(s) siempre ocupen el primer plano.