Rocky y Toro Salvaje, frente a frente, en un combate evitable
En 1976 Sylvester Stallone se consagraba con el personaje de Rocky Balboa. Cuatro años más tarde, Robert De Niro ganaba un Oscar por su interpretación de Jake LaMotta en Toro salvaje. Dos clásicos incombustibles del boxeo en el cine.
Más de tres décadas después, Sly y De Niro vuelven con Ajuste de cuentas, una suerte de comedia no demasiado divertida en la que juegan -como la mayoría de los viejos actores hoy- a la auto parodia. Parece que en Hollywood ya no hay espacio para que las estrellas de más de 60 o 70 años puedan conseguir papeles dignos y sólo les queda vivir de viejas glorias y jugar a la nostalgia riéndose de su propia decadencia física.
Así, Ajuste de cuentas es como juntar a Rocky con El Toro Salvaje para una berretada sentimental con un triángulo romántico (con una bella y desperdiciada Kim Basinger en el medio), con una obvia relación padre-hijo (un De Niro que ha estado ausente e intenta redimirse) y con una fórmula de película deportiva que incluirá idas y vueltas, accidentados entrenamientos, bromas sobre el peso de la edad y, claro, el enfrentamiento final con algo de épica por parte de estos dos ex campeones de Pittsburgh.
Peter Segal (Locos de ira, Como si fuera la primera vez) no se juega por nada: ni por el humor negro, ni por la emoción desatada. El resultado, entonces, es una película que resulta larguísima en sus 113 minutos, que se queda siempre a mitad de camino y que no funciona ni como placer culpable (como sí ocurre con la saga de Los indestructibles). Uno se ha formado como cinéfilo viendo a Stallone y a De Niro en pantalla. La testosterónica y geriátrica Ajuste de cuentas, lamentablemente, no le hace honor a aquellas experiencias ni a la dignidad de las carreras de semejantes figuras.