Dentro de la aparentemente inagotable carrera del insaciable Robert De Niro -el hombre que no parece poder rechazar un proyecto-, hay que decir que AJUSTE DE CUENTAS, al menos, tiene la simpatía algo decadente de una película Clase B, una “berretada” que bien podría haberse hecho en los años ’80. El gancho es claro y obvio: Rocky Balboa vs. Toro Salvaje, más de treinta años después. Y si bien los personajes tienen otros nombres y una historia en común que no se relaciona con ninguno de esos filmes, en ciertos detalles y humoradas es obvio que están “homenajeando” o “bastardeando” (según la opinión de cada uno) la imagen de esos dos personajes clásicos.
Razor (Sylvester Stallone) es un ex boxeador de Pennsylvania, de clase trabajadora (como Rocky), que tuvo su momento de gloria pero de un día para el otro se retiró y ahora trabaja una fábrica. Kid (De Niro) es también un ex boxeador, pero uno que ahora (como Jake La Motta) tiene un restaurante y se dedica a contar chistes y anécdotas de sus épocas de gloria. Ambos protagonizaron en los ’80 dos combates célebres y muy violentos que ganó uno cada uno, pero el tercero nunca se concretó por el retiro de Razor. Kid odia a Razor por haberse retirado sin darle la opción a un nuevo match mientras que Razor lo odia por un affaire que Kid tuvo con su mujer de entonces, Sally (interpretada por una Kim Basinger que, imagino que cirugías mediante, parece casi igual de bella que antes, a los 60 años).
grudge1Luego de un especial de televisión sobre sus clásicas peleas, el hijo del promotor de las viejas épocas (interpretado por el comediante Kevin Hart) los quiere reunir para que hagan una sesión de “captura de movimientos” para un videojuego que se editará sobre su rivalidad. Necesitados de plata pero sin querer ni cruzarse, aceptan. Pero terminan encontrándose en el estudio y allí se muelen a palos. Videos virales de YouTube mediante, ambos sexagenarios ex boxeadores vuelven a estar en la conversación de todos, por lo que es inevitable la tercera pelea. Y el filme se centrará en los preparativos, conflictos y enredos que culminan con el esperado choque.
Dirigida por Peter Segal, AJUSTE DE CUENTAS es una comedia menor, con algunos toques sentimentales, que funciona bastante bien no sólo por el hecho de que ninguno de los dos actores se toma demasiado en serio sino porque la película en sí, hasta narrativamente, es bastante consciente de su propio sistema. Casi tanto como los actores (probablemente más Stallone que De Niro), los boxeadores parecen mirar su pasado con nostalgia y soñar con volver a los grandes momentos de gloria, pero a la vez ambos son conscientes que no están del todo capacitados para hacerlo. Y su recorrida hacia el nuevo match los lleva a hacer actos promocionales decadentes (en competencias de camiones, peleas de MMA) que a nadie parecen interesarle demasiado. Ni al público ni a la prensa ni a los propios combatientes. Claro que, publicidad viral mediante, el combate será un éxito, cuando lo más lógico para la propuesta era tener que cancelarlo una vez que los respectivos “asuntos familiares” de los dos estuvieran más o menos resueltos.
grudge2En el caso de Kid, esos asuntos implican conocer a BJ, el hijo que tuvo con Sally (y al muy precoz y simpático nieto) y tomarlo como entrenador. Para Razor, reencontrarse con Sally y ver si todavía hay alguna posibilidad romántica ahí. En algunas de las escenas entre Kid y su hijo (o, en menor medida, entre Razor y Sally) aparece algún atisbo de verdad emocional en el filme. BJ, interpretado por Jon Bernthal (el musculoso traficante de Quaaludes de EL LOBO DE WALL STREET, irreconocible), tiene algo tanto de los jóvenes De Niro como hasta del propio Stallone, y le otorga un plus de integridad a un filme que siempre parece estar al borde de caer en el patetismo.
Hay algo en el subgénero “viejos boxeadores que vuelven para una última pelea” que siempre resulta bastante noble y emotivo. Y si bien en AJUSTE DE CUENTAS, ese subtexto queda abajo del show montado para el chiste fácil de Rocky Balboa vs. “Jake La Motta”, el director Peter Segal se las arregla para montar un filme que no abandona del todo el “color local” y la mitología de los ídolos olvidados que intentan un último acercamiento a la gloria que en algún momento se les negó o escapó. Con una estética de película clase B ochentosa, Segal logra por momentos que nos olvidemos que estamos viendo a dos millonarios actores generando más y más dólares a cuenta de sus viejas glorias para lograr que nos encariñemos con estos dos tipitos en busca de una última oportunidad en la vida.