"Revancha innecesaria"
Cuando el cine no logra maquillar completamente su cara de oportunista generalmente nos encontramos con productos bastantes irregulares como lo es “Ajuste de cuentas”.
Y es una lástima, ya que la esencia del oportunismo cinematográfico esta determinada claramente por los gustos y los deseos del público que quiere ver sus sueños hechos realidad en la pantalla grande, lo cual es a su vez, una de las grandes virtudes que tiene el cine.
El problema es que el oportunismo en el cine, al igual que en el humor, tiene que ser inmediato o aparecer en el momento idóneo para lograr su cometido. Si ese tiempo clave se estira demasiado, se pierden la gracia, la esencia y la necesidad del público ya no es tan evidente ni fuerte.
Si este encuentro cinematográfico entre Sylvester Stallone y Robert De Niro (interpretando a boxeadores que les rinden homenaje a los personajes más importantes de sus carreras actorales) se hubiera dado un par de años atrás, seguramente el resultado seria otro. Sin embargo la realidad es que “Ajuste de cuentas” se hizo en estos tiempos que corren, donde la nostalgia se utiliza mayoritariamente como herramienta de la comedia y géneros más livianos.
Ahí radica el principal error de esta propuesta, la cual baila con dos géneros que requieren de mucho pulso y talento para poder ser mezclados de forma correcta, y eso es algo que el realizador Peter Segal (“50 primeras citas”, “Locos de ira”) no pudo lograr en esta oportunidad.
“Ajuste de cuentas” funciona como una comedia y ofrece sus mejores momentos dentro de ese marco, pero coquetea bastante con el drama, sobre todo cuando se apoya en la nostalgia, el aparente pasado glorioso y el triste presente de nuestros protagonistas, dejando entrever una arista que podría haber funcionado mejor pero que decidió no explotarse.
Lo llamativo es que si la sacas de su contexto, la premisa de esta película ofrece algo así como un futuro distópico en donde Rocky Balboa y Jake La Motta se cruzan las caras por última vez, luego de dos enfrentamientos bastantes polémicos (los cuales los podemos relacionar con la verdadera historia detrás de Stallone y De Niro) y un problema de mujeres (La Motta se queda con Adrian, u algo así de doloroso para Rocky), lo cual es interesante.
Incluso el personaje de Alan Arkin en esta película parece una versión más realista y adecuada de lo que hubiera sido el futuro del gran Paulie (Burt Young), muy distinto de aquel que le dio Stallone en “Rocky Balboa”.
Repito: El problema es el enfoque que le dieron Segal y los guionistas Tim Kelleher y Rodney Rothman a esta historia, quienes optaron por una comedia que se burla y se aprovecha mucho del pasado exitoso de estos personajes y ofrece pocos aspectos originales.
Ahora entendemos completamente por qué Stallone decidió a partir de esta producción no volver a hacer más de boxeador en una película, ya que entendió que del ridículo no se vuelve y no es necesario manchar enorme imagen final que nos dejo en “Rocky Balboa”.
Personalmente le tenía muchísima fe a esta película, pero al fin y al cabo son pocas las cosas que puedo destacar de la misma: El arranque (con esas logradas escenas de archivo), las cuotas de humor que impregna Alan Arkin (mucho más logradas que las del exagerado e infumable Kevin Hart) y el final (la esperadísima pelea entre Razor y Kid).
El resto (incluso las actuaciones de Kim Bassinger y Jon Bernthal) está muy desaprovechado y no termina de convencer en un producto que, si bien entretiene, no es lo que prometió ser, ni mucho menos lo que todos esperábamos ver.