Peleando con las estrellas
Jake LaMotta y Rocky Balboa. Bobby De Niro (hace bastante dejo de ser Robert) y Sylvester Stallone. Dos de los más legendarios boxeadores cinematográficos. Probablemente los más afamados y recordados. Ajuste de Cuentas (Grudge Match) es la idea de un mano a mano entre ellos, la amalgama de actores de disímiles pergaminos pero que hoy comparten el no estar en el punto álgido de su carrera.
Hoy el cine para Sly es atemporal, machacando con testosterona un estilo rígido y nostálgico. Mientras tanto, De Niro navega con cara de fastidio películas intrascendentes y olvidables (salvo algunas esporádicas excepciones). La propuesta de Ajuste de Cuentas entonces es comprensible ya que tiene que ver con la actualidad de ambos. Una invocación a la idea de machos eran los de antes para un producto cinematográficamente insustancial. En ese ámbito, se lo ve más ajustado a Stallone, jugando el papel que entiende, y como un buen boxeador, aprovecha sus cualidades e intenta esconder sus defectos. El Robert De Niro affaire es diferente. Cualquier fanático del cine conoce y puede nombrar El Padrino (part deux), Taxi Driver, El Francotirador, Toro Salvaje, Cabo de Miedo y Buenos Muchachos para poner en perspectiva el talento de este genio. Eso es lo que duele. ¿Qué pasó con Roberto? Qué éste presente ni el olvido lo juzguen. Pero que difícil se hace.
La historia de Ajuste de Cuentas es el revival de una tercera batalla que se presagiaba épica y que quedó trunca allá a lo lejos entre The Kid (De Niro) y Razor (Stallone), rivales encarnizados en los 80 y con solo una derrota a manos del otro. Muchos (pero muchos) años después Razor trabaja en una fábrica (Sly siempre nacional y popular) y The Kid lleva un presente que diluye aquel final de Toro Salvaje de Scorsese. El hijo del ex manager de ambos, un petiso muerto de hambre (y de dólares), les propone un negocio: que pongan las voces y movimientos para un videojuego aprovechando que vuelven a estar en boca de todos. Al cruzarse en la grabación se reaviva la posibilidad del duelo en el cuadrilátero por causa de la viralidad de un video en que los dos se agarran a las piñas.
Como en la reciente Escape Imposible (Mikael Hafstrom, 2013) o Los Indestructibles (Sylvester Stallone, 2010), para nombrar algunas, la autoconciencia (y en muchas ocasiones lo autoparódico) de sus personajes y del género era ejercida con respeto por esos viejos titanes, algo que Ajuste de Cuentas parece no advertir.
El director es Peter Segal, y tiene toda una carrera en comedias: La Pistola Desnuda 33 y 1/3, Tommy Boy, El Profesor Chiflado 2, Como Si Fuera la Primera Vez, Locos de Ira y Apuesta Final. Esta enumeración demuestra dos cosas: lo suyo no es la sutileza y su cine no es una fuente de sorpresas. El asunto con las películas señaladas es que tenían a un comediante consistente y sin vergüenza para que la obviedad funcionara como un reflejo de ese unipersonal, se resumía a ver “una de Sandler” o “una de Eddie Murphy”. El resultado variaba según la calidad del comediante o el cariño que se le tenía al mismo. Pero Segal nunca se sacó el chip de la rusticidad y el chiste fácil. Entonces la idea de dos viejos peleándose se transforma en una catarata acerca de que… son viejos. Y de que hicieron Rocky y Toro Salvaje. Y de que no ven cable. Y que no saben que es youtube o twitter. Al comienzo funciona, principalmente porque uno está feliz de ver en pantalla a esa dupla. Pero a medida que los famélicos argumentos se fagocitan en su redundancia, uno empieza a sentir vergüenza ajena. Ya sabemos que son viejos, ellos lo saben y ahí están sus rostros avejentados o retocados para corroborarlo. Entonces los chistes verbales y físicos se notan torpes, y para peor, la rueda de auxilio para una historia que no da para mucho es una trama emotiva/dramática/romántica que disgusta de tan predecible e insulsa.
Está película podría ser una falta de respeto para la carrera de De Niro (ese final con la cara feamente pegoteada por computadora) sino fuera porque a él realmente ya no le importa nada. Pero meter en medio a Toro Salvaje, a Jake La Motta, eso es mear afuera del tarro.