LAS HOGUERAS NO SALIERON DE UN POROTO
La temática de las brujas ha sido siempre una fuente de ideas para trabajar. En estos últimos tiempos, el impacto de los estudios feministas han tenido mucho más lugar en los debates de opinión pública y con ello se generaron cambios en el concepto que se tenía de estos personajes. Akelarre propone una mirada a aquellas mujeres que fueron injustamente mandadas a la hoguera. Sin embargo, aunque el film decide cambiar de eje, no propone una visión compleja sobre la situación.
Las brujas se caen, pero los malos también se han caído. La maldad por la maldad misma ha pasado de moda y Akelarre no toma en cuenta esto. El relato que propone deja muy marcados los bandos entre “malos” y “buenos”. Y aunque se entiende que la mirada está puesta en aquellas mujeres que no han tenido lugar hasta ahora de esa manera, deja gusto a poco subestimar la argumentación que ha sostenido a esas prácticas.
Ana y sus amigas son detenidas y encerradas por orden de la realeza en consonancia con las ideas de la Iglesia. No son las únicas, ellas son víctimas, como muchas de las mujeres del lugar, de la persecución por supuestas prácticas satánicas de las cuales no tienen prueba alguna. Para sobrevivir a un final definitivo, como es el asesinato en la hoguera, ellas deciden seguirle la corriente a aquellos que las interrogan. Les inventan historias en consonancia con lo que los carceleros quieren escuchar para poder así ganar tiempo hasta que vuelvan al pueblo los hombres y las puedan rescatar. Esta manera de sobrevivir se enlaza con algunos relatos literarios como Las mil y una noches, en el que Sherezade trata de no ser asesinada y toma para esto el arma de la narrativa que le permite entretener a su verdugo, o bien Barba Azul, en el que la mujer se propone dilatar el tiempo porque le era imprescindible para que llegaran a rescatarla.
El espacio que se le da a la narración es uno de los puntos fuertes que tiene el film. No solo aparecen el recurso para con los secuestradores sino que también como entretenimiento entre ellas. Las actuaciones de las jóvenes se dan con soltura y las historias que se comparten aparecen como grandes acontecimientos que exploran el poder de la palabra y el juego que propone.
Pero en paralelo a esto el film se centra en una solemnidad que quita el tono jovial y burlesco que le otorgan las muchachas. Por un lado, la película se enfoca en mostrar la tortura de una manera innecesaria. Por el otro, los personajes masculinos resultan simplones, sin complejidad alguna. El film se encarga de subrayar una y otra vez lo malos e incoherentes que son. No es que no se esté de acuerdo con esta visión, pero no se genera profundidad en el discurso que promueven. Se pierde de vista el cómo se llegó a tener respaldo ante tanta atrocidad. Y desde lo cinematográfico son personajes aburridos porque no presentan matices ni problemática.