Luego de permanecer en la cárcel por un delito menor, Pablo Silva decide rehacer su vida y, por la recomendación de un amigo, logra emplearse como guardaparque en un lugar olvidado y conflictivo al que pocos quieren ir: el parque Pereyra Iraola. Sus primeros pasos en su nuevo empleo lo obligan a recorrer el escenario casi selvático del lugar, aunque su inmediato futuro se verá inserto en inesperadas situaciones cuando descubre una red de cazadores furtivos, y así comenzará para él una serie de peligrosas situaciones en las que pondrá en juego su viejo instinto de cazador. Con indudable astucia, rastreará a esos hombres que han invadido el bosque, aunque su íntimo deseo de lograr dinero lo convertirá en un secuaz de esos violentos cazadores que lo asocian en sus turbios negocios y lo obligarán, además, a conocer una tragedia nunca esperada.
Sobre la base de estas aventura y desventuras de su personaje central (muy buen trabajo de Rodrigo de la Serna), el director Francisco D'Eufemia logró un film en el que, con la suficiente dosis de suspenso, muestra la sutil manera en la que ese guardaparque puede esconderse de todos, menos de sí mismo. Una música que aporta emoción a la historia y una fotografía de calidad suman puntos a este entramado que habla de traiciones pero también de la necesidad de jugarse la vida en pos de un ideal.