El guardabosques Silva es trasladado a una nueva área de protección, lugar donde descubre no solo a un grupo de traficantes de animales sino también un instinto de supervivencia que aflora en los confines de la civilización.
Pablo Silva rehace su vida en un nuevo destino, un lugar olvidado y conflictivo al que pocos quieren ir: el inmenso Parque Pereyra Iraola. Buscando limpiar su nombre de un reciente pasado algo turbio, es trasladado al parque y al poco tiempo, bajo una aparente tranquilidad, descubre un zorro enjaulado al que alimentará y curará en su tiempo libre, identificándose con el animal. Aquí, sus innatas habilidades de rastreador lo harán descubrir una red de cazadores furtivos, tráfico y engaños. Su viejo instinto de cazador lo hará estar al acecho de los otros, escondiéndose de todos menos de sí mismo.
Así comienza este thriller con tintes de suspenso y policial, filmado enteramente en un parque majestuoso de más de 10 mil hectáreas y cuyas extensas dimensiones constituyen un paraíso de fauna y flora que conviven con las ruinas de otra época. El protagónico de Rodrigo de la Serna (Diarios de Motocicleta, La Casa de Papel), expone y fomenta la naturaleza humana en un estado primitivo en el que la moral se queda en la ciudad, muy lejos de estos alejados parajes que ofrecen un potencial tremendo para esa clase de inhibiciones.
Al Acecho, Rodrigo de la Serna
El protagonista no solo se apropia del zorro herido, sino que a medida que se ocupa del animal comienza a establecer poco a poco una conexión determinante. Su carácter permutará en algo más primordial y salvaje. Con intenciones que no son del todo claras, permanecerá atento al movimiento ilegal de caza y tráfico dentro del parque, aunque sin definir, para él o para la audiencia, su propósito de atraparlos o de sacar un tajada del mismo.
En este majestuoso escenario lo acompañan también Belén Blanco (El Puntero, La Deuda) y Walter Jacob (Elefante Blanco, Respira); colegas guardaparques que, como Pablo, tienen sus propios secretos y cuyas verdades se irán revelando solo en la medida que este thriller lo requiera y no antes. Suspenso, intriga y por sobre todo mucha tensión son los ingredientes del film de Francisco D’Eufemia (Fuga de la Patagonia), quien define a De la Serna como «un espectador que pasa a la acción». Y esa expectación se realiza a la par de quien mira la película: así como Pablo está al acecho de los cazadores furtivos, uno es testigo de lo cerca que el protagonista está de lo salvaje, de replantearse la ética de su proceder.
Mención aparte, y seguramente uno de los puntos más sólidos, es la musicalización a cargo de Natalia Toussaint quien ya había trabajado anteriormente con D’Eufemia en Fuga... Realizada a base de tambores, realza las escenas de persecución a un nivel sobresaliente, al punto de que por momentos brinda la sensación de que se enredan y mezclan nuestros propios latidos con el sonido de ambientación. Una notable tarea a la hora de aclimatar lugares olvidados y llenos de sonidos nuevos. En este thriller rural, el espectador se mantendrá en vigilia hasta el final para averiguar los verdaderos objetivos del protagonista, en un relato oscuro y con personajes contradictorios, teniendo como entorno un inconmesurable escenario a su disposición.