Filántropos internacionales frente a productores tradicionales en la lucha por la tierra soñada de la Patagonia. Hace poco más de un lustro la Fundación Flora y Fauna -ahora Rewilding Argentina– arribó a la meseta del actual Parque Nacional Patagonia para proteger al Macá Tobiano, un pato oriundo en peligro de extinción, pero pronto decidió formar y donar allí un parque nacional de 500.000 hectáreas, con la idea futura de unirse con otro del mismo nombre en Chile; afirmando que juntos generarían un pujante turismo regional, revirtiendo en su restauración de flora y fauna el impacto negativo que han tenido las estancias laneras sobre el medio ambiente en el último siglo y medio. El documental de Juan Dickinson (Destino Anunciado, Perros del Fin del Mundo) representa un elaborado trabajo de campo e indagación sobre un asunto que no vislumbra una solución ni a corto o mediano plazo. Desde el comienzo, el director decreta la neutralidad de su enfoque sondeando por igual las entrevistas a ambas partes: vecinos, consejeros municipales, directores de agencias de turismo, diputados, estancieros, guardaparques, ganaderos y productores e ingenieros agrícolas. Y tras escuchar a todos, el film revela que no todo es blanco o negro como se podría uno imaginar. Cada uno de los citados representa un punto de vista tan importante como único. He ahí la magnitud y complejidad del problema a resolver. Proyecto Parque Patagonia, Juan Dickinson Creado por Ley Nacional en el 2014, el Parque Nacional Patagonia se fundó con la idea inicial de preservar el equilibrio ecológico, siendo esta la mayor donación de tierras privadas de la historia. La ampliación apunta a la conservación de las especies, la generación de turismo y el crecimiento de la actividad de artesanos y productores. Un proyecto en el que la provincia cederá la jurisdicción de estas tierras a determinadas ONGs con la idea de que se unifiquen en un solo parque nacional. No está tan claro, sin embargo, que el Parque -a pesar de su importancia en la biodiversidad- pueda sustituir el aporte económico y la forma de vida de los productores tradicionales. Dentro de la Federación de Instituciones Agropecuarias de Santa Cruz –FIAS-, existe gente que no quiere vender a la fundación Flora y Fauna, ya que tienen un profundo arraigo. Un negocio inmobiliario internacional con disfraz de parque ambiental o fondos internacionales con orígenes poco transparentes son algunos de los temas que saltan a la vista en el documental, permitiendo de esta manera una reflexión vital sobre nuestra intrincada relación con el medio ambiente. Filmado en las localidades de Los Antiguos, Perito Moreno, la Meseta del Lago Buenos Aires y el sitio arqueológico Cueva de las Manos, la fotografía a cargo de Adrian Tagliabue habla por sí misma. La magnitud de estos lugares, junto con su patente sensación de espacio, se manifiesta en unas exquisitas tomas aéreas que permiten abarcar mejor el concepto de inmensidad que define a esta región argentina. Y junto a esta apreciación, el espectador disfruta prácticamente en todo momento de las agradables interpretaciones musicales de los hermanos Sufián y Anael Cantilo. Quedan las preguntas, quedan los afectados sin voz ni voto y quedan los estudios de impacto socio-ambientales aún sin realizar en un conflicto que recién comienza. Pues la búsqueda de respuestas a estas y otras preguntas más son el punto de partida de esta obra de 80 minutos que constituye un muy antiguo debate sobre el equilibrio que adoptan las sociedades humanas entre la eco-sustentabilidad y el progreso humano. Una película que se recomienda no solo por la importancia de su contenido sino por su destacada y exhaustiva labor en investigación e imparcialidad de ángulo.
Una pareja educada y civilizada, víctima de hechos fortuitos, cae presa del miedo y el salvajismo en el primer largometraje del uruguayo Matias Ganz. La historia sigue a Mario (Guillermo Arengo) y Silvia (Pelusa Vidal), un matrimonio mayor que disfruta de una vida tranquila en Montevideo. Él posee una clínica veterinaria y su esposa, ya jubilada, tiene demasiado tiempo libre. Ante esta apacible rutina de sus vidas, dos eventos cambiarán su mundo. Mario realiza una cirugía que, como el título indica, sale mal. Por su lado, Silvia parece obsesionada por la inseguridad reinante que afecta desde hace un tiempo los barrios residenciales y, al poco tiempo, su casa es desmantelada por ladrones cuando ellos se encontraban visitando a su hija. Esto sumerge a ambos en un espiral de inseguridad y paranoia al que arrastrarán también a su familia. Algunas veces hay un quiebre en la vida cotidiana, y eso te lleva a un vacío. Ahí uno lo empieza a resolver con la lógica o el sentido común, o terminas llenándolo con lo que tengas a mano en ese momento. Matias Ganz elige ver esta última opción en la historia de una pareja que lo único que tiene a disposición es el factor miedo. Al ser director y guionista, coloca una serie de sucesos en el camino de dos personas racionales para tantear el límite que las lleve a ejecutar actos violentos y absurdos, con un nivel de incompetencia que consigue engatusar al espectador. Un círculo vicioso donde se termina causando justamente lo que se quería evitar. La muerte de un perro, Matías Ganz, Guillermo Arengo La muerte de un perro es una coproducción entre Uruguay, Argentina y Francia, que cuenta también con la participación de Ana Katz (Una Novia Errante) y Soledad Gilmet (La Cáscara). La musicalización corre a cargo de Sofía Scheps, quien realiza una notable imposición de tono pesado, casi torpe, acompañando así el incongruente accionar de los protagonistas. El nerviosismo del personaje de Arengo y la paranoia e impasibilidad del de Vidal muestran una excelente comunicación entre los actores y la dirección, para saber transmitir una idea precisa y al mismo tiempo compleja sobre la sociedad y su tolerancia al cambio. La obra representa una sátira social sobre el estilo de vida burgués. Clasista y racial, pero enmarcada en la comedia, el drama y el thriller. Con interpretaciones actorales ejemplares en las que queda a criterio nuestro qué pesa más sobre los protagonistas: si la culpa o la necesidad de escapar de la situación. Un relato grotesco, producto de la desesperación, que no juzga sino que llama al debate sobre cuán cerca podemos estar nosotros de realizar algo similar. Una película lenta, sobria y concisa pero con un desenlace arriesgado que hace que valga la pena llegar hasta el final.
Lila trabaja como personal de limpieza desde hace 30 años en un edificio estatal. Una nueva directora llega a la dependencia y todo se transforma en una lucha por sobrevivir. Lila y Marcela trabajan desde siempre como personal de limpieza en una dependencia estatal. Conocen sus recovecos como nadie y se han inventado una forma de subsistencia -y un sueño- gestionando un comedor absolutamente irregular en un rincón abandonado del edificio, pero los tiempos cambian. Llega una nueva directora, con discursos cínicos, plagados de lugares comunes, y con ella las promesas vacías, el cierre del comedor y una ola de despidos que destruyen el precario equilibrio de la vida en el Estado, transformando las tareas del día a día en una lucha por la supervivencia. Ezequiel Radusky (Los Dueños), co-guionista y director del film, consigue traernos una crítica satírica a los esquemas laborales dentro de la esfera estatal, donde la envidia, la codicia y el compañerismo acompañan a las protagonistas de principio a fin. Un drama que gana puntos en las interpretaciones de la rutina diaria, la cotidianeidad de las relaciones y, por sobre todo, la naturalidad de las actuaciones. Liliana Juárez (El Motoarrebatador) y Rosario Bléfari (Silvia Prieto) vuelven a mostrar una excelente química con su dupla, seis años después de haber compartido escenas en Los Dueños. Sea la empatía que suele generar Juárez, o la compenetración de Bléfari en su papel, la película demuestra cómo dos compañeras, dos amigas, en vez de unirse se pelean hasta que finalmente ninguna gana nada e, incluso, terminan perdiendo todo. Planta Permanente, Rosario Bléfari, Liliana Juárez El trabajo en los diálogos es notable y no pasa desapercibido, al igual que el lenguaje y situaciones verosímiles que se pueden encontrar no sólo en una secretaría de obras públicas, sino en casi cualquier ámbito laboral. Una absurda lucha de personas de la misma clase, acompañada por subtramas secundarias que la dotan de autenticidad. Escenas simples y profundidad de análisis. Radusky no se satisface con esa dualidad y establece un cambio de autoridades con un consiguiente desequilibrio en las relaciones de poder en la administración pública. Angustiante, inteligente y con un sutil humor negro que permite disfrutar historias comunes en la clase trabajadora. No se estanca en lo obvio y posibilita la percepción de las manipulaciones patronales en un lenguaje simple y conciso. Si a esto le sumamos unas protagonistas reales que saben llegar al espectador, lo que se obtiene es un producto final digno de apreciar.
La ópera prima de Sebastián Tabany nos introduce en el mundo de la magia, a través de una historia de amor y fantasía ¿Quién acaso cuando era chico no pensó alguna vez en convertirse en mago y sorprender a amigos con trucos y hazañas increíbles? Pues se sabe que un truco de magia rompe los esquemas lógicos de nuestra mente. Los objetos levitan, las monedas desaparecen y las cartas de la baraja se transforman. Delante de nuestros ojos suceden cosas imposibles. Al ver un acto de prestidigitación, mentalismo o de naipes, volvemos a ser niños y nos dejamos invadir por el misterio de lo inexplicable. Martin (Juan Grandinetti) eligió ese camino desde pequeño, más específicamente la vocación de convertirse en cartomago. Ya de grande su afición va de la mano con su trabajo: croupier del turno nocturno en el Casino flotante de Buenos Aires. Su historia comienza cuando es abandonado por su novia y su mundo comienza a tambalearse. Sin embargo, Martin no está del todo solo. El círculo de magos en el que se mueve no lo abandona. Durante el día pasa las horas con El Rubio (Lautaro Delgado Tymruk) en el local de magia de Mariana (Thelma Fardin), pensando trucos y aprendiendo más. Un variopinto y deleitable grupo de personajes con historias bien desarrolladas entre los que se encuentra de vez en cuando Arben (Esteban Perez), un mago más preocupado por la popularidad que por la magia en sí misma. Cuando el grupo asiste al nuevo show de Arben, Martin conoce allí a su novia Sofía (Carolina Kopelioff) enamorándose de inmediato, lo que despertará no sólo nuevos sentimientos sino también nuevas capacidades en el joven mago. Docente, crítico de cine, periodista, conductor, guionista, mago profesional y ahora director, Tabany sorprende con un producto argentino único, ya que películas nacionales de magos era un campo inexistente en las salas (ahora virtuales) argentinas. Si bien se fundamenta como una mezcla de géneros (tantos como las facetas del director), apunta a una trama lo suficientemente simple para entretener pero lo bastante mágica para recomendarla. Y es que los papeles de Grandinetti, Fardin y Delgado Tymruk, más allá de ser sólidas interpretaciones, establecen personajes cercanos en todo momento asentando una película romántica y cotidiana con una pizca de fantasía. No es sencillo actuar de cantante, ni de boxeador o incluso de bailarín si uno nunca ha practicado tales movimientos. Pues actuar de mago tampoco es algo fácil de realizar si lo que se busca es un resultado diferente a películas como Now you see me (2013), en las que el recurso de la magia es prácticamente un elemento de ciencia ficción y los personajes solo chasquean los dedos y esbozan una sonrisa. Aunque saber rozar lo absurdamente fantástico, si es bien realizado, puede conducir a éxitos como The Incredible Burt Wonderstone (2013). Es por ello que se le encargó a Henry Evans (campeón mundial de magia) la preparación de los jóvenes actores para poder realizar los trucos ellos mismos. Tabany deseaba sostener escenas sin dobles ni cortes de cámara para un realismo visual tal que el espectador sienta que está observando una performance en vivo y en directo. Dicho esfuerzo rinde frutos y se nota. Un film de ilusiones e historias agradables en las que la participación de Evans no es la única: Romina Gaetani (Soy Gitano, El Hombre de tu Vida) hace acto de presencia con un misterioso personaje inspirado en el gran mago argentino René Lavand. Incluso Andy Muschieti (It, Mamá) tiene su pequeño cameo. En definitiva, ochenta minutos de disfrute y con un acto final que los va a hacer emocionar y querer aplaudir como si estuvieran allí.
Florencia se crió con una madre ausente y pasa sus días entre drogas y alcohol. Por eso, su padre la envía con la madre, donde pondrá en jaque su vida. La historia acompaña a Florencia, una estudiante de fotografía con problemas de adicciones que vive con su padre y su pareja. Su madre siempre estuvo ausente y apenas tiene contacto con ella en la actualidad. Toda esta realidad deprimente y tediosa, Florencia la conlleva sumergida en el mundo de las drogas y el alcohol; pero cuando este comportamiento es insostenible, su padre la envía a vivir con la madre en un pequeño y aburrido pueblo de la costa atlántica, en el que comenzará tanto una búsqueda interior como una paulatina recomposición de la relación madre-hija. Con guion de Javier Martinez Foffani (Sentadas en el umbral), el tercer largometraje de Maria Laura Dariomerlo (Rosa Fuerte, La Chica que vino del Espacio) aborda la compleja intersección que se produce en las libertades individuales de una mujer como madre y médica, así también como hija y fotógrafa. Un vínculo planteado desde una perspectiva poco habitual y, por lo tanto, muy original. Al tener ambas un sólido sentido de identidad y emancipación, el encuentro entre sus fuertes personalidades se va dando de a poco, tanteando mutuamente los límites de la otra hasta llegar a una impactante conversación largamente postergada en sus vidas. Son libres, pero se dan cuenta de que se necesitan una a la otra. Lejos de Casa, Laura Dariomerlo, Cumelen Sanz Lejos de Casa reúne en su elenco a Cumelen Sanz (No te olvides de mi, Penélope), Gabriel Gallicchio (Simona), Ana Celentano (Las Viudas de los Jueves), Abel Ayala (El Marginal) y Daniel Kuznieka (Valientes). Apenas una hora de estupendas interpretaciones y talentos en lo que es una trama de confrontación y aprendizaje. Sanz y Celentano tensan una conexión genuina entre ambos personajes, descubriendo valores a los que renunciaron por ser quienes son hoy. Ya sea el interés romántico de la protagonista (Gallicchio) o el dealer de estupefacientes del pueblo (Ayala), los papeles secundarios tampoco se quedan atrás, sacando a Florencia de su eje y disputándola para sus respectivos ámbitos. Flaquea aquí la trama, tal vez, en dejarnos un deseo de mayor lectura de estos últimos personajes para tan poca duración del film. Si bien contiene algunos estereotipos clásicos, la película de Dariomerlo apunta en mayor medida a la singularidad de elegir entre perseguir los sueños vocacionales o dedicarse de lleno a la crianza. Cuando la vida y la verdad de una madre es lo único que tiene para ofrecer, ¿es suficiente? Una directora a tener en cuenta, ya que cataloga nexos familiares desde nuevos puntos de vista a los que acostumbra el cine nacional, animándose a abarcar cuestiones complejas en historias simples.
Clara no logra aceptar la reciente muerte de su padre: tiene que haber algo más. Así, revolviendo papeles encuentra señales que la llevan a un lago remoto en Tajikistán donde cree que su padre tenía otra vida. Tras la muerte de su padre, Clara (Agustina Muñoz) comienza junto a su familia de la alta sociedad el largo proceso de duelo. Con sus hermanos tratan de contener a su madre (Dominique Sanda) ante la dolorosa pérdida del progenitor, visitándola a diario. Pero revisando las cosas del padre descubre pequeños indicios sobre un pasado oculto, relacionado a un remoto país de Asia. A medida que esto comienza a carcomer su curiosidad y aprovechando el casamiento de una amiga en Turquía, se vale del viaje para escaparse hacia ese recóndito lugar y descubrir el secreto. Un paisaje montañoso y desértico de fondo es testigo de la segunda mitad de la trama, centrado en aquello que una persona puede llegar a atesorar y no animarse a contar. Clara comenzará un viaje en el que no solo descubrirá una historia desconocida sobre su padre, sino también sobre las propias intenciones de ella misma. Con un proyecto tradicional de proceso de autodescubrimiento, el film de la debutante Saula Benavente está claramente dividido en dos partes. El duelo y el descubrimiento. El primero transcurre en Buenos Aires en una familia de cómoda posición, lo cual -a excepción de los diálogos entre la madre y la tía de Clara- pareciera que no termina de conectar con el espectador. De carácter cerrado, la misma protagonista se suma también a esta falta de identificación con el público. El descubrimiento, por su parte, se remonta a más de 10 mil kilómetros de distancia, en la aletargada comunidad que reside a orillas del lago Karakul; el más profundo y de mayor altura en el mundo, por lo que también uno de los más difíciles de alcanzar. Y en similitud con la dificultad para arribar a este paraje, nuestra protagonista también tendrá impedimentos a la hora de averiguar aquellos ecos paternos en este sitio en medio de la nada. Karakol, Agustina Muñóz, Saula Benavente La película se destaca con actuaciones sólidas y bien logradas, particularmente las de Sanda y Soledad Silveyra, quienes interpretan a la madre y tía respectivamente. Las conversaciones entre ambas aportan un salvavidas de rutinaria calidez a un guion que por momentos pareciera abarcar varios géneros en uno solo. Una pretenciosa intención en la que también figuran los disfrutables cameos de Luis Brandoni y Gabriel Corrado, pero que nada suman y terminan dejando más preguntas que respuestas. Un propósito admirable pero que trastabilla y se pierde por varios lugares. Benavente nos deja preguntándonos si cuando parte un ser querido se termina todo. Hay veces que nos animamos a indagar sobre su pasado con tal de retener a esa persona un poco más. De aún no dejarla ir. Pero llega un momento en el que aparecen las consecuencias, y es que esos secretos se transforman en traición. Traición de una identidad construida por nuestros recuerdos. Por lo tanto, ¿vale la pena escarbar aquellos secretos que nos definen? ¿Son realmente necesarios para cerrar un duelo? Pues para aquellos que quieran saber la respuesta, se estrena este jueves 3 de septiembre a las 22hs, en la pantalla de CINE.AR.
El guardabosques Silva es trasladado a una nueva área de protección, lugar donde descubre no solo a un grupo de traficantes de animales sino también un instinto de supervivencia que aflora en los confines de la civilización. Pablo Silva rehace su vida en un nuevo destino, un lugar olvidado y conflictivo al que pocos quieren ir: el inmenso Parque Pereyra Iraola. Buscando limpiar su nombre de un reciente pasado algo turbio, es trasladado al parque y al poco tiempo, bajo una aparente tranquilidad, descubre un zorro enjaulado al que alimentará y curará en su tiempo libre, identificándose con el animal. Aquí, sus innatas habilidades de rastreador lo harán descubrir una red de cazadores furtivos, tráfico y engaños. Su viejo instinto de cazador lo hará estar al acecho de los otros, escondiéndose de todos menos de sí mismo. Así comienza este thriller con tintes de suspenso y policial, filmado enteramente en un parque majestuoso de más de 10 mil hectáreas y cuyas extensas dimensiones constituyen un paraíso de fauna y flora que conviven con las ruinas de otra época. El protagónico de Rodrigo de la Serna (Diarios de Motocicleta, La Casa de Papel), expone y fomenta la naturaleza humana en un estado primitivo en el que la moral se queda en la ciudad, muy lejos de estos alejados parajes que ofrecen un potencial tremendo para esa clase de inhibiciones. Al Acecho, Rodrigo de la Serna El protagonista no solo se apropia del zorro herido, sino que a medida que se ocupa del animal comienza a establecer poco a poco una conexión determinante. Su carácter permutará en algo más primordial y salvaje. Con intenciones que no son del todo claras, permanecerá atento al movimiento ilegal de caza y tráfico dentro del parque, aunque sin definir, para él o para la audiencia, su propósito de atraparlos o de sacar un tajada del mismo. En este majestuoso escenario lo acompañan también Belén Blanco (El Puntero, La Deuda) y Walter Jacob (Elefante Blanco, Respira); colegas guardaparques que, como Pablo, tienen sus propios secretos y cuyas verdades se irán revelando solo en la medida que este thriller lo requiera y no antes. Suspenso, intriga y por sobre todo mucha tensión son los ingredientes del film de Francisco D’Eufemia (Fuga de la Patagonia), quien define a De la Serna como «un espectador que pasa a la acción». Y esa expectación se realiza a la par de quien mira la película: así como Pablo está al acecho de los cazadores furtivos, uno es testigo de lo cerca que el protagonista está de lo salvaje, de replantearse la ética de su proceder. Mención aparte, y seguramente uno de los puntos más sólidos, es la musicalización a cargo de Natalia Toussaint quien ya había trabajado anteriormente con D’Eufemia en Fuga... Realizada a base de tambores, realza las escenas de persecución a un nivel sobresaliente, al punto de que por momentos brinda la sensación de que se enredan y mezclan nuestros propios latidos con el sonido de ambientación. Una notable tarea a la hora de aclimatar lugares olvidados y llenos de sonidos nuevos. En este thriller rural, el espectador se mantendrá en vigilia hasta el final para averiguar los verdaderos objetivos del protagonista, en un relato oscuro y con personajes contradictorios, teniendo como entorno un inconmesurable escenario a su disposición.
Una búsqueda tenaz durante casi una década de todo aquello que queda de Dante Panzeri, para volver a construirlo y traerlo al presente. Su nombre es bien conocido; su libro, un pilar primordial para aquellos que estudian periodismo deportivo. Incluso existe una biblioteca con su nombre. Pero si preguntase cuál es exactamente su legado en los medios, o cuánto de su ideología hoy se toma como referencia, encontraríamos una respuesta bastante desierta de contenido. Y es que Dante Panzeri partió de este mundo en el momento en que comenzaba a ser una voz solitaria. Descrito a veces como un señor serio, austero y enojado, siempre de traje y corbata, vivió como un púdico transgresor que modestamente señalaba defectos pero sin hacer concesiones a lo fácil. Con guion, producción y dirección de Sebastián Kohan Esquenazi (Nunca para atrás, Un gol al Arcoiris), Buscando a Panzeri reconstruye un monumento olvidado de los valores y principios que alguna vez tuvo el deporte argentino y su juicio cultural al fútbol. Y recalco olvidado porque prácticamente no existen indicios de su persona en los medios audiovisuales rescatados de la década del ’50 y del ’60. Con un riguroso y constante trabajo de investigación periodística a lo largo de varios años, el film logra acceder a material de archivo, anécdotas perdidas y entrevistas a familiares y colegas en un sincero recorrido por su vida. Desde sus comienzos en El Gráfico, cubriendo deportes como natación y ciclismo, hasta 14 años más tarde cuando se convierte en su director y disminuye la cantidad de ejemplares casi por la mitad. Ya sea con humor o seriedad, siempre expresó que su escrito no servía para nada, pero que era necesario para poder dormir tranquilo, para cumplir con él mismo. Su opinión molestaba a muchos y marcaba una clara tendencia de destacar al jugador, dejando de lado al personal técnico. Llegó a publicar polémicos titulares y veredictos sobre casi cualquier deporte. Aunque para la época el boxeo y el automovilismo era lo más consumido después del fútbol, se le escuchó dictaminar en alguna ocasión que el primero no era más que el «homicidio legalizado», mientras que al segundo siempre lo consideró como una industria, una exposición comercial. Aquí es cuando el reflector se posa sobre las perlitas de este documental. Comienzan a salir a la cancha testimonios de Ezequiel Fernandez Moores, Carlos Ulanosky, Matías Bauso, Tomas Abraham y Pol Ajenjo; con entretiempos por la Biblioteca Nacional y el Archivo Gráfico de la Nación; y rematando con intentos de mail con Marcelo Bielsa y hasta el teléfono de Carlos Bilardo. «Crítico agudo al que nunca se lo vio sonreír», «de los pocos que dan ganas de escuchar«. Modestas frases van aflorando y gambetean al espectador pero que lo dejan lleno de un modesto orgullo sobre alguien que se fue antes de tiempo y aún se lo pretende escuchar. Pero ¿por qué él? ¿Por qué Panzeri? Kohan Esquenazi refiere haber sido elegido por su libro: «Fútbol, dinámica de lo impensado». Autodefinido como un observador, hincha de ningún equipo y al mismo tiempo de todos, se dedica por completo a la búsqueda del mejor exponente sobre el periodismo que incomoda, fijando como misión recuperar una figura. Duro pero generoso. Solidario pero intransigente. Alguien transparente con la valentía para mantener firme sus convicciones y luchar contra los poderes establecidos; cuyo gran aporte fue el haber elaborado una teoría crítica para el fútbol espectáculo y ennoblecer la misión del periodismo deportivo. Este jueves 30 se estrenará en la sala virtual de la plataforma Puentes de Cine un documental sobre -quizás- el único ser humano que ha sido silbado por su propia selección nacional de fútbol y quien hacía de un hecho menor, un frente de combate. Pero no se confundan con los gritos fuera de cancha, los silbidos incesantes y las voraces declaraciones de los directores técnicos. Esa creencia a la que no pudo renunciar, esa declaración de principios cuando agarraba la máquina de escribir, tiene un nombre: decencia; y fue apenas un grito en el desierto pero que mucho tiempo después logró que alguien lo rescate del ingrávido recuerdo para que nos volvamos a preguntar… ¿opinión sobre el deporte o deporte con opinión?
Tras el suicidio de su mejor amigo y la tragedia de Cromañón, entre recitales, fiestas ilegales en un galpón abandonado y la escuela secundaria, la vida de Zabo se convierte en un remolino de emociones que irá descargando en su blog. Un grupo de jóvenes en tiempos post-Cromañón, el despertar sexual y los debates internos con respecto a las relaciones y a la vida misma nos invitan a disfrutar de esta cruda adaptación cinematográfica del libro homónimo de Zabo. Nicolás Zamorano (Renato Quattordio), Zabo para los amigos, tiene 16 años y su historia comienza en el verano del 2005, en pleno caos de la adolescencia con el suicidio de su mejor amigo y reprimiendo todo sentimiento al respecto, frente a un mundo que lo satura emocionalmente y lo acecha para etiquetar cada parte de su vida. Está enamorado de su amiga, no se puede relacionar con su familia y vive ocupado en organizar fiestas clandestinas en un refugio inhabitado. Pero todo aquello que no puede expresar en voz alta lo vuelca en palabras en su blog Yo, adolescente y, por momentos, esta desordenada narración literaria se superpone a la visual, remarcando en off también sus ideas para acentuar el ímpetu puber. Lucas Santa Ana (El cazador, Como una novia sin sexo) traspone la historia de Zabo con un estilo auténtico y deconstruye de manera natural la visión juvenil sobre la vorágine adolescente. Generalmente abordada en el cine desde un punto de vista adulto y generalizando muchos aspectos, el director aprovecha las notables actuaciones del elenco para plantearla más próxima y verdadera. Malena Narvay (El Host), Thomas Lepera (El jardín de Clarilú) y Jerónimo Bosia (Cien días para enamorarse) acompañan al protagonista y dan rienda suelta a una mezcla de tramas y conflictos comunes de la edad, consolidando así un verosímil acercamiento a la psiquis de los personajes en medio de este desconcierto de transformaciones que rechazan cualquier futuro prefabricado. Su compromiso con el film es tal que incluso algunas de las canciones son interpretadas por ellos mismos. Sin frenar el ritmo en ningún momento, la obra de Santa Ana no escatima a la hora de aludir a cuestiones sustanciales como el aborto, el suicidio, la bisexualidad y muchas más que, lejos de suavizar las complejidades del autodescubrimiento, importunan con conclusiones no esperadas. Como aprende Zabo desde el comienzo: adolescencia significa adolescer; siendo justamente estas confusiones amorosas o el descubrimiento de sensaciones nuevas donde la trama encuentra el rumbo. Enredos, amoríos no correspondidos y un joven que siente cómo la sociedad le exige pensar en el mañana cuando aún no vislumbra un atisbo de coherencia en su presente. La fatídica noche de Cromañón aparece tácita como ambientación general, al igual que bandas de punk rock como musicalización de época disponiendo un viaje congruente de 15 años al pasado, donde los jóvenes buscaban alternativas para la música y el pogo. Con un final sentido aunque un poco abrupto, este poderoso testimonio obsequia una mirada distinta a este radical proceso de desvelo que solemos llamar adolescencia. Su estreno por CineAr TV, hoy y el sábado a las 22hs, es una encarecida recomendación a tener en cuenta ya que querrán volver a verla más de una vez.
De la mano del transformismo de los ’80 y exponiendo parte de la preparación de una renovada versión de «La casa de Bernarda Alba», el documental hurga en el pasado del under porteño y sus icónicos comienzos. Incluso antes del Parakultural o de Cemento, la diversa cultura periférica teñía las calles porteñas de glamour transformista en lugares insospechados. Miradas atentas que sabían dónde buscar, aun con el peligro de una dictadura extinta pero de secuelas cercanas. Años más tarde, estos emblemáticos antros de Montserrat alternarían sus menúes con variopintas producciones aptas para todo público, pero sus comienzos fueron completamente diferentes. Una movida cultural que comenzó como lugar oculto de ensayo y, más tarde, abriría sus puertas a un público que aceptaba ser parte de la experiencia en forma directa y sin filtros. El movimiento under transformista comenzaba a pisar fuerte, al igual que las redadas a los teatros, represiones todavía en democracia, razzias en los colectivos y demás. La vida de Willy Lemos(Hipersomnia, La noche del lobo) no fue ajena a esos acontecimientos. El servicio militar, la peste rosa, la homosexualidad no rechazada pero sí negada, eran los temas en la mesa por aquel entonces; por lo que, junto a las voces de otros artistas, es tomado como protagonista, en mayor medida, de este documental que retrata mediante testimonios y material de archivo la delirante y contagiosa purpurina con la que el movimiento hizo frente a los últimos años del golpe de estado en los ’80. Bernarda es la patria Dirigida por Diego Schipani (Las hermanas L, Cuatreros) y coescrita y coproducida junto a Albertina Carri (Los Rubios, Las Hijas del Fuego), la película recorre de manera desordenada pero efectiva las anécdotas de Lemos y amigos durante aquella época en la que la homosexualidad en el servicio militar, los abusos en la infancia y los silencios y complicidades eran habitué en sus mundos. Paralelamente también asistimos a la puesta en escena de la nueva versión de «La casa de Bernarda Alba», el clásico de Federico García Lorca con el que Schipani encuadra todo el film a fin de extrapolar épocas de sumisión y control del género. Es justamente este marco poético lo que nos revela un excepcional casting de pelucas y maquillajes que inducen a la risa y al delirio sano, acompañado también con momentos íntimos de sus personajes que desnudan sus espíritus en el escenario y en confesiones personales tras bambalinas. La obra de Lorca constituye aquí una opción más que adecuada para descontextualizar la película y amalgamarla con los héroes de aquellos recovecos ochentosos: Gambas al ajillo, Alejandro Urdapilleta, Batato Barea, Humberto Tortonese, Los peinados Yoli, Fernando Noy y muchos otros artistas precursores del movimiento transformista. Una obra que tardó un lustro en construirse, con algunos que partieron en el medio y muchos que llegaron al presente y nos siguen regalando una performance sin igual de interpretación artística. Para quien alguna vez leyó a Lorca, tuvo la oportunidad de explotar a carcajadas en el Parakultural o sus mejores anécdotas son del under de aquella época, Bernarda es la patria es un documental que les suscitará emociones a flor de piel, dejándoles una herencia de monólogos, plumas y parafernalia de sobra.