Después de un allanamiento que lo deja implicado en una causa por caza furtiva, el guardaparque Pablo Silva (Rodrigo de la Serna) es sacado temporalmente de su puesto habitual y asignado al Parque Pereyra Iraola hasta que se aclare su situación legal.
Lejos de su entorno preferido y forzado a abandonar la soledad a la que está acostumbrado, se une al pequeño equipo. Verlo moverse con un andar casi animal por el bosque, alcanza para entender no solo que tiene experiencia en su trabajo sino también que su lugar en el mundo es la naturaleza. Claramente, ser enviado a este lugar podrá ser un castigo para otra gente, pero para el protagonista de Al Acecho es apenas un contratiempo.
Le lleva muy poco tiempo detectar que algo no funciona como se supone en ese parque. En un sector del bosque, donde no se supone que entre, confirma lo que sospechaba: encuentra un zorro atrapado en una jaula, al que se dedica a cuidar sin decirle a nadie.
Silva se mantiene al acecho de los cazadores furtivos que operan en el lugar, y sin mucho esfuerzo aprende los detalles de su operación; pero lo que no es tan claro es qué pretende hacer con esa información.
Furtivos al acecho
El codirector de Fuga de la Patagonia vuelve a hacer uso de la naturaleza como entorno central para su historia, pero esta vez cambia la aventura de época por un policial mucho más rústico, no solo en lo estético. El Parque Pereyra Iraola no ofrece las mismas posibilidades de mostrar paisajes amplios y vistosos como la Patagonia, por lo que todo es mucho más acotado en Al Acecho, por momentos casi claustrofóbico.
Todo avanza a los tumbos en Al Acecho, sin tomarse mucho tiempo en desarrollar personajes ni tramas secundarias.
El recién llegado Silva descubre de inmediato a los cazadores; muy casualmente es la misma situación que parece ser origen de sus problemas en su lugar habitual de trabajo y con la que evidentemente está familiarizado. Si se mantiene cierta ambigüedad sobre sus intenciones es, sobre todo, porque oculta la información que descubre incluso el público, pero son justamente las fuertes contradicciones de Silva lo que lo mantienen interesante, lo que sostiene a una película a la que podrían quitársele personajes y situaciones sin que afecte notoriamente al conjunto.
Concretamente, el único personaje femenino (en piel de Belén Blanco) parece estar para justificar una escena de sexo y que Silva revele al público un dato clave, forzándola de manera inverosímil a hacer algo que realmente no necesitaba porque ya tenía confirmada la información. Hay más personajes endebles, pero quizás ese sea el más notorio.
No tiene por qué ser inverosímil el comportamiento errático de un protagonista si hay algo que lo justifique, pero los largos silencios de Al Acecho y el montaje rústico saltando entre escenas que no aportan demasiado, no dejan muy explícita la respuesta.