Un film que apuesta a la tensión y a las figuras, pero con un guión "de manual"
Esta ópera prima de Asger Leth (director con unos pocos antecedentes en el documental y en la literatura) narra la historia de un ex policía que escapa de prisión y se instala en la cornisa de un rascacielos de Manhattan -ante la curiosa mirada de miles de neoyorquinos, el despliegue de los medios de comunicación y la desesperación de las fuerzas de seguridad- para clamar por su inocencia, ya que acaba de ser condenado por un delito que -asegura- no cometió.
Ese es el punto de partida que propone el guión del venezolano Pablo Fenjves, thriller con espíritu de clase B que tiene una vuelta de tuerca cada 10 minutos, diálogos más bien elementales y secundarios pocos desarrollados (da bastante pena ver a intérpretes que alguna vez brillaron con luz propia como Ed Harris, Edward Burns o Kyra Sedgwick lidiar con personajes tan unidimensionales). No hay tiempo en este policial para ellos. En cambio, sí hay generosos planos para una voluptuosa latina llamada Génesis Rodríguez (hija de José Luis "El Puma" Rodríguez), que tiene todo el tiempo del mundo para mostrar sus generosas curvas, para exponer su picardía y para insultar varias veces en español (¿ha nacido la nueva Sofía Vergara?).
Leth es un director que demuestra tener oficio (una correcta puesta en escena que combina el uso de grúas y de efectos visuales), que sabe dosificar las sorpresas y plantear los giros de la trama, que sostiene el suspenso (qué mayor tensión que un hombre que está todo el tiempo a punto de lanzarse al vacío) y que encuentra en el ascendente Sam Worthington, una suerte de nuevo Russell Crowe ya visto en importantes producciones como Avatar y Terminator: la salvación , un antihéroe bastante convincente.
Pero así como hace los deberes correctamente, queda claro que Leth es un buen artesano y punto. No es de esos directores que, como por ejemplo Tony Scott, son capaces de amplificar, de hacer brillar, de darle una impronta personal y trascender un guión "de manual" propio del cine clase B más transitado como el de este caso. Las limitaciones del material aquí se notan y, por lo tanto, la eficacia del thriller-en una analogía con la suerte de su protagonista- pende de un hilo. Por suerte, no se termina estrellando contra el asfalto.