Una cornisa con demasiadas vueltas de tuerca
Un hombre se para sobre la cornisa de una torre de Manhattan, amenazando tirarse, y abajo se junta la muchedumbre, que no tarda en comportarse como chusma. De a ratos le gritan que se tire de una vez, en otras lo vivan como a un héroe o lo contemplan no como una persona a punto de suicidarse, sino como un espectáculo divertido. Llena de secretos que se mantienen tapados, mostrándose primero como drama íntimo, luego como policial de robo, aventura de grupo comando y comedia de fulleros, la película entera parece tratar al espectador como si fuera parte de esa chusma: amagando tirarse y sin hacerlo, guardándose cartas marcadas, haciendo trampa. Teniendo en cuenta que está narrada con buen pulso, la necesaria tensión y sentido del ritmo, detalles bien observados y varios puntos fuertes en el elenco, no deja de ser lamentable que este film –escrito por el guionista venezolano Pablo F. Fenjves, dirigido por el danés Asger Leth– no tenga mayor aprecio por el juego narrativo limpio.
Lo que se sabe de Nick Cassidy (Sam Worthington, protagonista de Avatar y Terminator 4) es que es ex policía, cometió algún delito (o se lo incriminó por ello, al menos) y no lleva nada bien los dos años que cumplió en Sing Sing, sobre un total de veinticinco. Interpretado por un Worthington duro e intenso, Cassidy tiene el aire fatal de un tipo condenado, y no sólo en sentido jurídico. De alguna manera que no debe revelarse (son un montón las cosas que no deben revelarse aquí), Cassidy irá a parar a aquella cornisa, con la gente juntándose abajo y la policía arriba. El jefe del operativo no parece trigo limpio y el oficial negociador se dedica, por pura misoginia policial quizás, a verduguear a su colega Lydia Mercer (la rubia Elizabeth Banks, de Virgen a los 40 y todas las Hombre araña, en papel a contrapierna). De modo extraño, es Cassidy quien pidió la presencia de la mujer policía. ¿Por qué? Porque un mes atrás, en una situación semejante, la chica no logró impedir que otro suicida concretara su amenaza. Lo cual no la deja dormir, a la vez que le da gran repercusión mediática. Lo último es lo que le interesa a Cassidy. Primer indicio de que más que suicidarse, el tipo quiere llamar la atención. De aquí en más las vueltas de tuerca estarán a la orden del día. Vueltas de tuerca no sólo argumentales (cierto ricachón darwiniano interpretado por un cada vez más huesudo Ed Harris, cierto diamante invalorable, cierto bunker inexpugnable, cierto socio traidor, ciertas cambiantes relaciones familiares y hasta ciertos muertos que renacen) sino, y esto es lo que más importa, de tono, registro y, sobre todo, verosímil. Al borde del abismo es una de esas películas que no tienen problemas en cambiar este último a cada escena, a puro utilitarismo. Lo que empieza como mezcla de drama torturado y thriller seco va mutando escena a escena, orillando el ridículo de querer ser de golpe un combo de Misión: Imposible y Robo en las alturas y terminando con la muy funcional aparición de un muerto, que se ríe más de la credulidad del espectador, o de la lógica narrativa, que de la muerte misma.