Sobre la cornisa
Se podría decir que a grandes rasgos el cine se divide en dos grupos. Uno más “autoral” y otro cuyo eje radica en el más puro entretenimiento. Al borde del abismo (Man on a Ledge, 2011) pertenece a este último grupo. Una propuesta sin ninguna otra pretensión que lograr que el espectador la pase bien y regrese a su hogar luego de haber visto una película que cumplió con lo que le prometió.
Nick Cassidy (Sam Worthington) es un ex policía que fue a la cárcel culpado de un robo que no cometió. Para probar su inocencia se fuga de prisión y lleva adelante un plan vertiginoso desde la cornisa de uno de los pisos del famoso hotel Roosevelt de New York de la que amenaza tirarse. El plan, del que también participan su hermano y la novia de este, consiste en probar que el diamante que se le acusa de haber robado sigue en manos de su dueño. ¿Cómo lo hará? Para eso habrá que ver la película ya que si entramos en detalles no habrá sorpresa y se perderá el suspenso que la historia ofrece.
La segunda película de Asger Leth sigue la línea impuesta en Enlace Mortal (Phone Booth, 2003). Mientras en su predecesora toda la trama transcurría dentro de una cabina telefónica con un francotirador apuntando al protagonista para que cumpliera sus órdenes, en la segunda la mayor parte se desarrolla en la cornisa del hotel desde donde el protagonista dirigirá su plan mientras despista a todos ante la amenaza de arrojarse al vacío. Mediante la utilización de este recurso, que un punto es lo opuesto a la película anterior, se crea una sensación de vértigo que se traslada al espectador que funciona como un voyeur ante el supuesto intento de suicidio, pero que a su vez tendrá mayor información que aquellos que tratan de impedirlo y así poder sacar sus propias conclusiones.
En Al borde del abismo hay una segunda línea de acción que se focaliza en el plan que desde las alturas dirige Nick Cassidy y que lleva adelante su hermano Joey (Jamie Bell) junto a su novia Angie (Genesis Rodriguez, la hija de "El Puma"). De esta manera se descomprime el vértigo generado desde la cornisa y la película se permite jugar en este punto con recursos más “humorísticos” planteados a partir de situaciones inverosímiles.
Hay un tipo de cine para pasarla bien, que para algunos tal vez sea “pochoclero”, que muchas veces sólo está hecho para llevar espectadores sin importarle demasiado la historia que cuenta. El caso de Al borde del abismo es todo lo contrario. Sí, es comercial. Sí, es pochoclero. Pero también hay una buena historia y la mano de un director que supo darle todos los condimentos para que esta funcione.