Pulgares arriba
Escribir la crítica sobre una película que habla sobre la vida de un crítico de cine no deja de ser una experiencia distinta. Una vez que atendemos a los logros vitales y sobre todo profesionales de Roger Ebert, uno de los pioneros en el mundo de la crítica cinematográfica estadounidense (y el único en su profesión en ganar el Premio Pullitzer), partes de la base de que por mucho que te esfuerces nunca vas a llegar a su nivel de excelencia en cuanto a análisis y desmenuzamiento de un film.
Y es que el articulista de Chicago demostró durante toda su trayectoria una capacidad única que ya quisieran para sí todo ese ejército de plumillas que se creen por encima del bien y del mal en una profesión que, por desgracia, cada vez se intuye más prescindible. En un momento de este indispensable documento dirigido por Steve James (Hoop Dreams, Head Games), se nos comenta como en el siglo XIX los críticos sociales y los artistas iban de la mano y se retroalimentaban para ser mejores en sus respectivas labores. Y un poco de eso también hallamos en directores de renombre como Martin Scorsese, Ramin Bahrani o Ava Duvernay (nominada a mejor directora en los Oscars de este año por Selma), quienes no dudan en afirmar que recibieron de Roger Ebert el impulso necesario para poder lanzar o incluso enderezar sus vastas carreras.
El documental también ahonda de manera pormenorizada en la relación de amor-odio que Ebert mantuvo con quien fue su compañero de profesión durante un buen puñado de años, Gene Siskel. Suyo es el mérito de haber elevado la figura del crítico de cine a niveles nunca alcanzados, sobre todo con el programa de televisión Siskel&Ebert&the movies, que los mantuvo en antena la friolera de catorce años mientras se dedicaban a polemizar y aleccionar sobre películas y más películas (ellos fueron los que introdujeron, a modo de emperadores romanos del celuloide, el sistema de pulgares hacia arriba o hacia abajo para decidir si una película valía la pena o no). Dicho programa también sirvió de plataforma para conocer una cantidad ingente de films que de no ser por los peculiares presentadores hubieran pasado completamente desapercibidos.
Al cine con amor (Life itself en su título original) también funciona como testamento filmado de un hombre que siguió escribiendo de cine hasta que las fuerzas le fallaron. Resultan especialmente dolorosas las imágenes en las que, desmejorado a causa del cáncer de glándula salival que padeció, vemos a Ebert tecleando en su ordenador sus últimas palabras, que publicó en su recién estrenado blog la noche antes de morir.
Un documento muy recomendable para todos aquellos a los que les guste el cine y hablar sobre él. Te invita a conocer e investigar más sobre el trabajo de su autor y sobre todo a esforzarte como catalizador o guía que opina sobre una de las cosas que más amamos en este mundo: el cine.