Roger Ebert fue uno de los más importantes críticos cinematográficos de las últimas décadas. No solo escribía muy bien sino que, además, se hizo casi estrella de televisión (con otro crítico, Gene Siskel, creó en la tele eso de los pulgares arriba o abajo para las películas). Quien esto escribe, crítico también, casi nunca estuvo de acuerdo con él, pero era un placer leerlo y permitía que uno pensara las películas. Ebert falleció de un cáncer que lo tuvo a mal traer durante años pero que, aunque lo dejó imposibilitado de hablar, no le impedía ir a Cannes (era tremendo verlo, altísimo, vestido de blanco, entre el público) o seguir escribiendo con ganas y alegría. Este documental lo muestra como era y también cómo pensaba el cine. Muestra, también, que se trataba de un ejercicio intelectual y lúdico, aun cuando muchas veces su pluma censurase de modo tajante tal o cual forma del cine. Justamente, se trata de discutir esas ideas y no de tomarlas como dogma. Y Ebert, que jugó a ser una celebridad y ganó la partida sin sucumbir a ello, que se burló de sí mismo, que incluso fue nominado al Oscar por escribir un film para el maestro del erotismo B Russ Meyer, que fue el primer crítico de cine en ganar un Pulitzer, era sobre todo alguien que amaba las películas y que le escribía a cada film su carta de amor, aun cuando no fuera correspondido. Todo está, como corresponde, en una (esta) película.