El mismo director Ulises Russell asegura que se inspiró en el mito de las cautivas llevadas por los indios pero en este caso es una relectura, una arriesgada creación, llena de fuerza, tensión, y sostenido suspenso. Es la historia de una camarera que trabaja en el casino de Comodoro Rivadavia, que comprueba con angustia que para alquilar un departamento decente con vista al mar debería invertir todo su sueldo. Un cliente escucha sus quejas y le pasa un dato supuestamente revelador, en la empresa donde trabaja se necesita personal administrativo. Con esa treta se encuentran, y el se ofrece a llevarla en su camioneta. De inmediato se asienta un clima de peligro que ella percibe pero ya es demasiado tarde, están en el desierto, tiene un accidente, y ella comprende que no sobreviviría sin él. De este errar por la aridez de la Patagonia, azotada por vientos, de una inmensa soledad, de un clima ventoso, caluroso y frío, se nutre este film. Como un western donde la acción se sostiene en largos planos secuencia. Donde afloran todas las oscuridades de los personajes. Un secuestro sin cadenas ni ataduras, en una inmensidad donde escapar es imposible. Donde caben todas las emociones, el humor, el sexo, el riesgo, la violencia solapada. Russell cuenta además de su talento, con el de sus interpretes Valentina Bassi (su mujer, es la primera vez que trabajan juntos) y Rodrigo Sesán (premiado en Mar del Plata por su labor). Sobre ellos esta la cámara todo el tiempo. Son los protagonistas de la soledad, la desesperación, la posesión, la atracción, el misterio. Un film que subyuga, que fascina con su fuerza desatada.