“Al desierto”: viaje a ninguna parte de una mujer atribulada
Una mujer joven quisiera alquilar departamento con vista al mar. Tiempo después se alegrará de ver un río de agua turbia. Sin dudas, también quisiera tener un buen romance en su vida. Le tocará algo distinto y tal vez se adapte. La aventura comienza una noche, cuando alguien la oye quejarse de su trabajo en un casino de Comodoro Rivadavia, y termina unos días después, varios kilómetros adentro, cuando balbucea una mentira que al mismo tiempo es una confesión. ¿Qué hubo entre medio? ¿Un secuestro bastante particular? ¿Un viejo deseo adolescente, torpemente expresado? ¿Un paulatino asomo del famoso Síndrome de Estocolmo entre Los Antiguos y Bajo Caracoles?
Esta es una historia de solo dos personajes, ella y él. Un comisario los busca con su ayudante y un baqueano, las taperas y cuevas los protegen, un paisano y su hija les dan techo, sin saber nada ni aceptar ningún pago. La famosa hospitalidad del hombre de campo. La inocencia. La involuntaria complicidad de la víctima. O no tan involuntaria, según se vea. Quizá faltó algún plano que defina un sentimiento decisivo, pero la imagen de ella, con el pelo cubriéndole totalmente los ojos, dice bastante.