Curiosa y singular resulta la última propuesta fílmica protagonizada por Mel Gibson, fundamentalmente porque se trata de un policial que escapa a las obviedades del género, además de encerrar no pocas connotaciones. Tras una intensa etapa de su carrera en la que se dedicó a su faz de cineasta, asumiendo sin dudar riesgos históricos, teológicos y estilísticos –en especial en sus dos últimos films, La pasión de Cristo y Apocalypto-, se podía esperar que el australiano-estadounidense, al volver a trabajar simplemente como estrella protagónica, iba a descansar en una película de acción dotada de una trama eficaz y taquillera. Pero Al filo de la oscuridad , que arranca con el brutal asesinato de la hija de Thomas Craven (Gibson), veterano policía de Boston para quien aparentemente estaba dirigido el escopetazo, sorprende con su semblanza acerca de las sangrientas telarañas que urde el poder, incluyendo también momentos de fuerte dramatismo, extrema violencia y hasta metáforas espirituales. Desde Señales de M.Night Shyamalan, un film ya muy particular, que Gibson no se desempeñaba sólo como actor (a excepción de un ignoto film independiente que hizo a posteriori, The Singing Detective, no estrenado aquí). Así que se podía esperar que el actor de las Mad Max retomara como intérprete la línea de Revancha o la saga de Arma mortal. Pero la mano del guionista de Red de mentiras y Los infiltrados, William Monahan, y la solidez del director Martin Campbell logran que el film se adentre en terrenos que conducen a la corrupción política y hasta el capitalismo salvaje. Pero a pesar de su tono inquietante, su remate agridulce y su buen elenco, el film deja algunos cabos sueltos y la sensación que podría haber dado aún para más.