Luego de su nuevo paso por el mundo Bond con Casino Royale en 2006 (recordemos que había dirigido anteriormente GoldenEye en 1995) Martín Campbell realiza esta remake de su propia miniserie inglesa de los 80’s (llamada también Edge of Darkness) un potente y físico Thriller que marca la vuelta a la actuación de Mel Gibson luego de siete años de ausencia como actor de cine.
La historia de un policía de Boston que ve como matan a su hija en sus propias manos y decide investigar quien es el responsable de su muerte parece un papel ideal para un Gibson que se muestra viejo , solitario , marcado con una historia fuera de campo triste; parece no haber nadie en su pasado , parece no tener ataduras , la muerte de su hija lo libera por completo y lo conduce a una entrega total hacia la búsqueda , a un compromiso sagrado de encontrar a los culpables no interesando lo que pueda ocurrir con el.
En esa búsqueda encontramos a dos Campbells ; el que desborda ficisidad en cada plano , duro y seco ( ya había algo de eso en Casino Royale) con algunas (pocas) escenas de acción electrizantes , momentos que convierten la película en un film de genero y el otro Campbell , el de los diálogos “importantes” que unen al poder político representado por el senador Jim Pine (Damian Young) y al poder económico por el empresario Jack Bennett ( Danny Houston) , este ultimo dueño de la empresa donde trabajaba la hija del Thomas Craven interpretado por Gibson.
La película permanentemente navega por temas “graves” como el sentido de la ley o la implementación de la justicia. Los compañeros policías de Boston le dicen a Gibson/Craven que su caso tendrá un tratamiento diferencial por “haber un policía involucrado”, a lo que Gibson/Craven responde con desprecio. Campbell parece criticar la justicia por mano propia y la rigidez de leyes absurdas en Boston, pero en realidad no es conciente en que territorio esta entrando y la “importancia” de los diálogos que lo llevan al borde del precipicio.
Ese precipicio es la línea narrativa que interpreta Ray Winstone como Jedburgh, un “limpiador” del gobierno norteamericano que “no deja que las piezas se junten”. La cuestión es que luego de dar largos y cansadores sermones de “como son las cosas”, Campbell decide ponerle una “enfermedad terminal” y en un montaje paralelo escandaloso, Jedburgh termina ejecutando a los “responsables de los males”, luego del ataque de autoconciencia que le provoca su inminente muerte, mientras que Craven, luego de su larga y engorrosa investigación por “el camino de la ley” hace lo mismo con los responsables que faltaban cuando también sabe que va a morir. Es decir, parece que para Campbell la justicia por mano propia es cuestión de un diagnostico medico.
Este ataque reaccionario tiene un corolario definitivo con el plano final mas vomitivo que recuerde en mucho tiempo, pero deberán atreverse a ver esta película para descubrir cual es.