Parece mentira, pero hacía ocho años que Mel Gibson no protagonizaba un film (Señales, 2002). Desde entonces, dirigió dos películas y se vio envuelto en algunos escándalos que modificaron la percepción que parte del público tenía de él. Dejó de ser una de las estrellas más queridas mundialmente para convertirse en un director de cine polémico pero valioso, cuyos problemas personales y desafortunadas expresiones ideológicas empañaron su trabajo artístico. Pero dicen que el tiempo cura las heridas, y Mel decidió que era el momento de volver a la pantalla. Si de hecho lo era, no lo sé. De lo que sí estoy bastante seguro es de que el film elegido para su regreso no fue el más feliz. No por su temática, sino por su calidad.
En Edge of darkness Gibson es Thomas Craven, un policía veterano que recibe la visita de su única hija, de 24 años, quien vive en otra ciudad. Pero, a las pocas horas de arribada, ella es asesinada brutalmente en la puerta de la casa de su padre. Lo que sigue es la investigación que comenzará Craven para encontrar a los responsables del crimen y para descubrir los motivos que se esconden detrás del asesinato.
Para empezar, les quiero sacar las ilusiones a quienes esperen una película de venganza violenta y acción frenética en la onda de Búsqueda implacable. En aquella, Liam Neeson interpretaba a un ex agente especial cuya hija era secuestrada en Francia por tratantes de blancas. Y el tipo usaba todos sus métodos y recursos, que incluían más que nada la violencia, para encontrarla. Aquí es distinto. El personaje de Gibson es alguien con una indudable sed de venganza, pero que inicia una investigación de tipo policíaca, siguiendo pistas y entrevistando por cuenta propia a los allegados a su hija. Si bien hay un par de escenas de acción, la película va más por el lado del drama, la intriga y la denuncia (la empresa para la que trabajaba la chica se dedica a la investigación nuclear y tiene dudosas conexiones con el gobierno). Desde ya, que el film vaya por ese lado no tendría nada de malo si no fuera porque en casi ningún momento logró interesarme. En este sentido, las "culpas" las comparten el guión, la dirección y el protagonista.
La película está basada en una laureada miniserie inglesa de tv de los años 80. No vi esa serie, también dirigida por Martin Campbell, pero imagino que era mucho mejor que la película. Aquí, Campbell (responsable de la excelente Casino Royale) no logra generar un vínculo muy sólido entre Craven y su hija como para que nos enganchemos con la historia desde el comienzo. A los diez minutos de película la chica ya está muerta, y lo que sigue no ayuda mucho para que nos interesemos. El recurso de Gibson teniendo intercambios imaginarios con su hija, especialmente de pequeña, conmigo al menos no funcionó. Y la trama alrededor de las causas del asesinato no me intrigó mucho.
Tampoco ayuda el protagonista. Volviendo a la comparación con Búsqueda implacable (que igualmente no es un peli que me haya encantado), allí el principal era Liam Neeson, un actor excelente que da profundidad y credibilidad a sus personajes. Gibson, en cambio, es menos dúctil. Y en este caso en particular su actuación me pareció más floja que nunca. Es una percepción mía, pero no logró transmitirme casi nada. Y eso que hablamos de un personaje que perdió a su única hija, así que hay bastante para transmitir. Otra cosa, rara: no sé si era la copia en que vi la peli (era una función para prensa, así que era de buena calidad) pero la voz de Mel me sonaba muy nasal. ¿Será a propósito para el personaje? ¿Serán los años? ¿Estará viejito herr Mel? Qué se yo... Como dije: raro.
La película tiene algunos momentos en que levanta, pero son pocos. Entre esos momentos están los que aparece Ray Winstone, ese gran actor británico que aquí hace de Jedburgh, un especialista en seguridad que trabaja para el gobierno de USA, cuya tarea es la de "limpiar" los platos sucios y atar los cabos sueltos. Y que logra una relación especial con Craven. En las escenas en las que aparece Winstone, que lamentablemente no son muchas, la calidad del film se eleva. Incluso la actuación de Gibson mejora a su lado... Otro buen actor, desperdiciado, es Danny Huston, quien hace del capo de la empresa. Un típico malvado corporativo.
En fin, nada nuevo bajo el sol. Para padres vengativos, recomiendo ver The Limey, muy buen film de Steven Soderbergh con Terence Stamp. En cuanto a Gibson, creo que ha demostrado ser un director muy interesante. Y creo también que una buena parte del público no tiene ganas de verle mucho la cara. Y que el carisma que alguna vez tuvo ya no funciona tanto. Tal vez en los años venideros, Gibson reconozca esta situación y se dedique a lo que mejor hace. Atrás de cámaras. Y lejos de los micrófonos.