Asuntos pendientes antes de morir
Con pulso narrativo estilo 70’s, el director neozelandés Martín Campbell retoma parte del argumento de una serie británica de los años 80 convocando al actor Mel Gibson, quien nuevamente retorna a la actuación luego de siete años de ausencia.
Al filo de la oscuridad se jacta de no necesitar de la espectacularidad y la acción trepidante para mantener sentado al espectador. Eso se debe a que la trama es lo suficientemente rica para ir dosificándola de información a medida que el relato se adentra en un in crescendo que avanza a ritmo pausado pero sostenido; más allá de ciertos maniqueísmos a la hora de construir los personajes principales: el protagonista (Mel Gibson), un detective crepuscular de Boston a quien le asesinan a su hija frente a sus narices; así como su antagonista (Danny Huston), un oscuro ejecutivo de una compañía privada de defensa involucrada en el negocio nuclear a niveles supraestatales, donde el nombre de los EE UU resuena cada vez más fuerte. Sin embargo, la clave del film la constituyen los personajes secundarios y las subtramas, entre las que se destaca la que protagoniza Ray Winstone, en un contrapunto más que interesante con Gibson, indiscutiblemente lo mejor de esta película.
Uno de los tópicos propios de aquel cine setentista recuperado por el realizador es sin dudas el determinismo de la moral en las acciones de los personajes ante situaciones límites, que en un orden pragmático -y en sintonía con los tiempos que corren- se resolvería fácilmente con la justicia por mano propia, siempre que los resortes del sistema sigan aferrados al colchón del control social. Por eso este policial de pura cepa puede diferenciarse del resto de las ofertas hollywoodenses al no traicionar la ética de sus estereotipos más reconocibles, como por ejemplo el de este padre torturado por el fantasma del pasado que busca conocer la verdad sobre los hechos y no simplemente la venganza a sangre fría.
No obstante, pese a estas virtudes de orden formal el film del director de Límite vertical se desgasta un tanto cuando pretende atravesar la malla conspirativa y cae en una sumatoria de baches narrativos que logran rectificarse recién hacia el desenlace. Por su parte, Mel Gibson vuelve mucho más aggiornado a un papel que exige desempeño dramático sin ampulosidad, y poca destreza física para una historia sencilla, directa y cruda.