Luchas imaginarias y piñas reales
Tiene el formato narrativo de los videos juegos y recupera, entre vistosos artificios, una vieja ilusión de los hombres: la de volver atrás en el tiempo para poder cambiar lo que hicimos mal. Reiniciarnos. Eso le pasa al mayor Cage (Cruise), un militar que jamás pisó un campo de batalla y al que mandarán castigado al frente de una guerra que la humanidad viene perdiendo por goleada. Una terrible invasión -¡otra!- nos amenaza. Unos asquerosos extraterrestres avanzan a paso firme sobre la pobre Tierra. Nada los detiene. El mayor Cage, en su primer encontronazo, muere, pero se contamina con sangre forastera y entonces, a partir de ese momento, cada vez que muera, revivirá. Y Cage aprovechara cada resurrección para adelantarse a los hechos y mejorar el futuro. El tema abreva en la ciencia ficción y roza en alguna medida la religión y la filosofía. El filme, liviano y chispeante, nos habla de un héroe forjado contra sí mismo, que pinta al destino como un ejercicio en constante formación y que sabe mezclar lucha, alguna sonrisas y la promesa de un mañana mejor. Buen libro y eficaz resolución. No es oscuro ni confuso, como tantas otras películas sobre raras amenazas y raros salvadores. No es larga, no explica demasiado, es llevadera, los efectos especiales ayudan y Tom Cruise demuestra otra vez que elige muy bien a esos antihéroes a quienes la casualidad y el destino los transforman y los redimen. Volver para reiniciar. Hacer como las computadoras y los juegos. Conseguir vidas de repuesto para rehacer lo que anduvo mal. Ese es el viejo sueño de una humanidad sin borrador que jamás tendrá la chance recomenzar. Al final, Cage perderá su inmortalidad, aunque podrá empezar a disfrutar de una nueva vida, sin resurrección a la vista, pero sin extraterrestres y con una linda rubia.