Reciclaje con replay
Hay un oficial del Ejército estadounidense sin ánimo guerrero empujado a la violencia por un superior (que pareciera encarnar el deseo de los productores del film, para quienes sin combates no habría película) y un extraño fenómeno por el cual este soldado bienintencionado muere y renace todo el tiempo, volviendo a lo que ya vivió con la posibilidad de modificarlo. Es el pretexto para divertir con un film efectivo, menos original de lo que parece.
La idea del eterno retorno ya ha sido empleada en otras películas –el caso más emblemático es Hechizo del tiempo (1993, Groundhog day, de Harold Ramis)– y, de la misma manera, muchas veces hemos visto extraterrestres con la forma de bichos viscosos como los que atacan a la humanidad en Al filo del mañana. La envoltura, aquí, es una sucesión de peripecias, armamentos sofisticados, aviones que caen y furor militar, con una estética herrumbrosa y futurista que recuerda a productos como Mad Max (1979, George Miller) aunque con el vértigo de un videogame, incluyendo esa alternativa de reiniciar y mejorar el juego.
Está claro que el resultado es consecuencia de un proceso de reciclaje, que apenas disimula su fruición por la vocación bélica de los países poderosos y aligera sus ambiciones con algo de humor. También es evidente que el film no sería lo que es si no tuviera como protagonista a Tom Cruise, estrella de fotogenia perenne y hábil para asimilar a su carrera de los últimos años proyectos livianos de apariencia moderna y vulgaridad esquiva (Misión: Imposible, Minority Report, La guerra de los mundos y otros). Su partenaire en esta ocasión es Emily Blunt, inevitablemente masculina y sudorosa (lo que vuelve pétreo el beso de rigor).
Graciosa y menor, basada en una novela de ciencia ficción de Hiroshi Sakurazaka, Al filo del mañana ciertamente deparará dificultades cuando se edite en DVD y el menú deba dar pistas sobre las escenas a buscar.