En menos de dos semanas ya tenemos en la cartelera dos películas que se animan a jugar con los viajes en el tiempo en sus tramas. La primera es X-Men: Days of Future Past y la segunda es la que nos compete, el festín de acción futurista que parece un nuevo subgénero en el cual Tom Cruise se siente bastante cómodo -no olvidemos el pequeño traspié en la no muy bien recibida Oblivion del año pasado-.
No había manera de escaparle en las salas de cine a la nueva apuesta de Warner, los avances inundaban cada película con imágenes explosivas de un soldado momentos antes de un desembarco estilo Día D en Saving Private Ryan para después saltar a una mezcla de géneros con influencias pesadas a Groundhog Day y pizcas de Starship Troopers. Estamos hablando de originalidad cero, por supuesto. Hollywood ya no se trata de traer frescura en nuevos proyectos, sino saber reciclar con tino y jugar al Doctor Frankenstein, preparando el armatoste pochoclero que gane espectadores cuando se estrene comercialmente. El director Doug Liman no es ajeno al cine de acción y ha entregado productos interesantes -The Bourne Identity-, curiosidades -Mr. and Mrs. Smith- y bodrios infumables -Jumper- pero con Edge of Tomorrow vuelve a todo vapor con una historia por demás entretenida, que regresa una y otra vez en sus pasos pero nunca se tropieza.
En un verano boreal apilado con grandes sorpresas, y con un verano siguiente ocupadísimo, hay que dejar algo en claro y es que Cruise es sinónimo de buen cine de acción. Uno podrá no quererlo ni hacerle monumentos a su calidad actoral, pero in Tom we trust podría ser un buen hashtag para definir el buen sabor de boca que nos deja en esta aventura, donde le pone el cuerpo y su ligero sentido del humor a una cruenta invasión alienígena que tiene el poder de jugar a gusto y placer con el tiempo. Repetir el mismo esquema no es un problema de la película, donde el guión de Christopher McQuarrie y Jez y John-Henry Butterworth no cae en vueltas de tuerca facilonas y funciona como una máquina bien aceitada. Tampoco la brutal y acelerada edición abusa de efectismos baratos. No es raro que Liman haya convocado a los hermanos de nuevo -trabajaron juntos en el drama político Fair Game- ni que McQuarrie se lleve muy bien con Cruise -escribió y dirigió Jack Reacher y será el director de Mission: Impossible 5-. Cuando un equipo trabaja bien, se nota, y todos los engranajes se mueven al mismo tiempo, casi con ritmo de coreografía, como lo hacen Tom y una aguerrida y fantástica Emily Blunt, a quien le sienta muy bien el papel de heroína y epítome de la defensa humana frente a la catástrofe.
Edge of Tomorrow, por si fuera poco, tiene un diseño de producción que alucina, y basta con ver el primer desembarco para admirar el trabajo que se llevó a cabo en un ataque violento y sin cuartel, como cualquier desembarco en tiempos de guerra debe lucir. Los escenarios son lo suficientemente caóticos para generar estupor y los momentos de calma sirven como perfecto lapsus para reagrupar las ideas. Con una duración de casi dos horas, que la trama fluya con ligereza y se llegue al final con la mente intacta, indica que Liman hizo un trabajo soberbio con las escenas de acción y que el guión fue lo bastante claro para entender la trama y disfrutar dentro de ella, y no fuera.
Calladita -bueno, no tanto, la campaña de marketing es sumamente invasiva- y sin muchas ínfulas, Edge of Tomorrow es lo que se considera una excelente ocasión para disfrutar de una ingeniosa y apabullante salida al cine, donde la sala no para de temblar por los disparos y explosiones en pantalla, y donde al finalizar la película uno no puede evitar salir con una leve sonrisa en la boca.