Las remakes de acción real (con actores) de los clásicos animados de Disney no se han caracterizado por brillar. Basta recordar la reciente "Dumbo", dirigida por Tim Burton: una película por encargo, impersonal (más allá de los pergaminos del director), con poco margen para la sorpresa, bajo la pesada mirada de los estudios. Lo mismo pasa con esta nueva versión de "Aladdin" que se acaba de estrenar. El director es Guy Ritchie, que acumuló mucho prestigio a principios de este siglo pero después se fue desdibujando. Y ahora está acá, al servicio de una maquinaria millonaria. Ritchie revive la clásica película animada de 1992 con una estética más bien kitsch, saturada de colores. Los actores casi desconocidos que forman la pareja central (Mena Massoud como Aladdin y Naomi Scott como Jazmín) tienen buena química, y Will Smith milagrosamente funciona en el papel del Genio, aunque por momentos se pasa de registro. Si bien a Ritchie le cuesta encontrar un tono unificador (la película parece fragmentada en todo momento), el ritmo narrativo es ágil y está bien aceitado por el humor y por los cuadros musicales. Otro acierto (calculado y muy previsible, sí) es el cambio de la princesa Jazmín, que acá renace como una mujer segura y empoderada.