Esta adaptación en live-action del clásico animado de 1992, tan querido por el publico, vuelve a sonar varias de las míticas canciones e introduce algunos pequeños cambios que convierten aquella historia naíf en una aventura en la que Disney ve la oportunidad de apegarse a la nueva deriva de diversidad, igualdad de géneros y otros tintes.
Las calles de Agrabah, los desiertos de arena y los pasillos del ostentoso palacio invitan a retrotraerse al pasado para revivir las sensaciones de entonces en esta nueva versión que opta por mantener los temas originales, aportando pinceladas de novedad en las letras, y donde las coreografías y temas musicales protagonizados por Smith son lo mejor de la película.
Con buen ritmo, dosis de humor bien aprovechadas y unas pocas escenas que sacan a relucir el frenético estilo de Guy Ritchie -como en las persecuciones-, el relato pone el acento en las escenas de mayor carga emocional, como el encuentro de la lámpara, la presentación del príncipe y el vuelo en alfombra mágica, para exponer sus tintes de fábula manteniendo el tono familiar clásico de Disney pero aggiornandolo a las nuevos cánones culturales, sobre todo respecto a la princesa Jasmine.
Naomi Scott potencia el lado más decidido y feminista del personaje, teniendo incluso una nueva canción pensada ex profeso en esa dirección, y logra buena química con Mena Massoud, que sale airoso componiendo a ese chico soñador y bondadoso.
Marwan Kenzari resulta anodino y monótono componiendo al clásico villano y es el genio quien exprimiendo el carisma de Will Smith, aunque por momentos ligeramente forzado, se roba el espectáculo cargando sobre sus hombros toda la atención y permitiendo a Ritchie soslayar la falta de desarrollo de los otros personajes.
Con un marcado interés por explotar la nostalgia esta nueva versión desaprovecha aventuras, pero no defrauda.