Posiblemente lo mejor de esta producción de Disney sea el mantener el carácter lúdico de la original, se sabe que la transposición del cine de animación a una producción con actores en vivo, no es fácil.
La animación despliega posibilidades que con actores, que tienen que dar visos de una realidad inexistente, se pierden.
En este caso la yuxtaposición de los efectos especiales disminuye esas ventajas, llamémosle libertades.
La otra variable positiva es que el Genio, (Will Smith) no es el mismo que construyo hace más de dos décadas Robin Williams, sólo con la voz.
Por suerte para el actor, y en beneficio del filme, el actor pone su cuerpo y su impronta nunca intentando y/o queriendo imitar al original.
Hay una clara modernización del texto, sobre todo en lo referente a la presentación, construcción y desarrollo del personaje femenino, ya no es, solamente la ingenua hija del Sultan, ésta es emprendedora, curiosa y conocedora de sus derechos.
Los personajes laterales de la historia pierden peso, los secuaces del héroe y su opositor, pues tanto Abu, el mono de Aladin, como Lago, el loro de Jafar, han perdido el protagonismo que sí tenían en la antecesora.
Por lo demás, el filme es demasiado fiel al original, sí hay algunos cambio en tanto acciones y canciones, algunas ausentes, otras modificadas, otras nuevas.
En este punto se nota la presencia de Guy Ritchie como responsable de la dirección del filme, el inglés puede otorgarle su impronta al texto, sobresale en las escenas de acción, lo hace con decoro en las escenas musicales, donde desborda de colores brillantes, esto desplegado en la escenografía y el vestuario.
Que todo indique que estamos más cerca del cine hindú en tanto vestuario, colores, iluminación, estructura narrativa, cuadros musicales, las lateralidades del relato y el espacio físico donde se desarrolla la mayor parte de la historia, parece más una producción de “Bollywood” que la arábiga “Agrabah”.
Por todo lo demás historia conocida, la princesa Jazmine (Naomi Scott) en una de sus escapadas del palacio, deambulando por la ciudad, es rescatada por Aladin (Mena Massoud), un huérfano timador y ladrón de poca monta, pero ella no se da a conocer como la princesa sino como Dalia (Nasim Pedrad), su sirviente. La química entre ambos es inmediata, el enamoramiento de Aladin más rápido.
Es tal su deseo de conquistarla que no da cuenta de los peligros a los que se deberá enfrentar, el primero es su antagonista, el ambicioso Jafar (Marwan Kenzari), el visir asesor del Sultan (Navid Negahban) padre de Jazmine.
El segundo escollo a sortear es la diferencia de clases entre ambos, es ahí en donde la propuesta de Jafar convence a Aladin de ir a la cueva de las Maravillas, y a su regreso lo hará rico.
Deberá ir a buscar una lámpara maravillosa que encierra al genio que tiene la prerrogativa de otorgar tres deseos a quien lo saque del ostracismo.
El problema que salvo los personaje del genio y la princesa, todos los demás quedan desdibujados, el actor nacido en Egipto nunca le da a su Aladin demasiada carnadura, queda desdibujado, no aparece demasiado creíble a lo largo del filme.
En tanto los personajes de Jafar y el Sultán no poseen peso propio desde la construcción y desarrollo de los mismos, el primero ya sea por problemas desde el guión, sumado a una actuación no muy convincente, no se acerca en ningún momento al malvado por excelencia que impulsaba las acciones de los demás personajes en la original. En tanto el Sultan termina siendo casi una figura decorativa.
Sí, en cambio, brilla la actriz nacida en Londres, canta, baila y actúa, haciéndolo todo bien, se podría decir que es la verdadera heroína de ésta versión.
Este “Aladin” posiblemente no defraude a quienes se acercan por primera vez a ésta historia, con los que fuimos atravesados por la anterior, esta quedó en deuda.