Aladdín

Crítica de Jessica Blady - Malditos Nerds - Vorterix

El estudio del ratón insiste con sus remakes en live action, y esta vez se mete con un "clásico" y con el Genio interpretado por Robin Williams.

No vamos a poder escapar del aluvión de adaptaciones live action de los clásicos animados de Disney, así que, como dice el refrán, habrá que unirse a esta nueva moda de películas musicales (y no tanto) para toda la familia, que intentan captar a dos tipos de público muy diferentes: las viejas generaciones que crecieron con estos films, y las nuevas que siempre se suman. Después de la tibia acogida de “Dumbo” (2019) de la mano de Tim Burton, llega “Aladdín” con un Guy Ritchie ATP detrás de las cámaras, sin tanto espíritu rebelde, ni la verborragia visual a la que nos tiene acostumbrados. En cambio, se deja llevar por la parafernalia de los espectaculares numeritos musicales, un traje que no le sienta para nada cómodo.

“Aladdín” no es el desastre que anticipan la mayoría de sus adelantos, pero está lejos de ser una obra bien lograda del estudio del ratón y su impecable atención a los detalles, arrancando por un conjunto de efectos visuales que jamás están a la altura del resto de la producción, desluciendo una historia muy digna y bien llevada por la pareja protagonista, y más aún a un personaje tan central como el Genio, acá interpretado por Will Smith. Y sí, no hay forma de que el Príncipe del Rap se vea bien en color azul, y a pesar de que el actor le impregna su propio tono y características al famoso otorgador de deseos, la impronta (y la genialidad, je) de Robin Williams llegan desde el más allá para desbancarlo. La comparación es odiosa, pero innegable, y Smith pocas veces logra acercarse a sus niveles de comicidad.

La historia ya la conocemos -por la versión animada, adaptada de uno de los relatos de “Las Mil y una Noches”, además de “El Ladrón de Bagdad” (1940)-, y a pesar de que el oscarizado Alan Menken suma nuevas canciones, y el guión de Ritchie, John August (“El Cadáver de la Novia”), Vanessa Taylor (“La Forma del Agua”) encausa mejor a los personajes y se corre de algunos estereotipos raciales mal llevados, esta reimaginación no aporta nada nuevo y sólo intenta recrear muchos de los momentos más icónicos de la película de 1992, pero con actores de carne y hueso… y mucho CGI. Estas escenas y sus respectivas canciones son lo más destacado de “Aladdín”, un film que necesita agarrarse de la nostalgia (y el buen recuerdo de los fans) para no fallar del todo.

Por suerte, Ritchie deja que el peso de la historia se pose en sus jóvenes protagonistas, Mena Massoud y Naomi Scott, la rata callejera de Agrabah que aspira a ser algo más que un simple ladronzuelo, y la hija del sultán, una prisionera en su propio palacio, quien quiere esquivar matrimonios por conveniencia y tomar el control de sus propias decisiones. Aladdín y Jasmin se cruzan por primera vez en el bazar y este encuentro va a cambiar sus vidas, aún más, cuando el muchachito se encuentre con la lámpara mágica y un Genio que le puede conceder tres deseos.

Claro que la historia tiene un villano, y otro desacierto en la figura de Marwan Kenzari como Jafar, el visir del sultán que sólo quiere crear discordia entre el reino y sus países vecinos, además de quedarse con el poder. Para ello necesita un “diamante en bruto” capaz de atravesar la cueva de las maravillas y hacerse con la lámpara, un tiro que, obviamente, le termina saliendo por la culata. Kenzari nunca convence con su maldad y megalomanía, y se convierte en uno de los tantos arquetipos deslucidos que tiene la película.

Incomprensible la incorporación de Billy Magnussen como el príncipe Achmed, un rubio tonto y exagerado que viene a pedir la mano de la princesa; o Nasim Pedrad como Dalia, la doncella de Jasmin que, a diferencia de su ama, sólo quiere enamorarse y tener hijitos. O sea, la función de compañera (algo que la protagonista no tiene en la versión animada) sólo sirve para reforzar los mismos anhelos femenino de los que quiere escapar la princesa. ¿Nos ponemos de acuerdo Disney? ¿Nos empoderamos o no? Un tema que la compañía del ratón viene trabajando película a película, pero nunca se anima a dar el verdadero volantazo.

Cuidado con lo que deseas
Dejando estos “detalles” de lado y lo mal que luce Smith en versión genio azulado (de los perores efectos que van a ver en pantalla), “Aladdín” sigue ofreciendo la misma y simpática historia de amor y superación que el clásico animado, una gran recreación de “A Whole New World”, y la frescura y buena química de sus protagonistas. Abu y la Alfombra se suman a la magia, pero no todos los números musicales dan en el clavo (de ahí la poca experiencia de Guy en estas cuestiones) como sí ocurría en “La Bella y la Bestia” (Beauty and the Beast, 2017). Agrabah y el resto de los escenarios lucen tan teatrales como en la película de Bill Condon, pero el director no sabe aprovechar todas las posibilidades visuales que le da la historia. Así, “Aladdín” se asemeja mucho más a una extraña versión de Bollywood, a sabiendas que la India NO tiene nada que ver con este relato árabe. *emoji de hombritos levantados.

Tanta crítica puede sonar a desastre, pero el conjunto es mínimamente positivo, porque a pesar de las fallas la aventura se disfruta, Will tiene la posibilidad de aportar lo suyo aunque nunca brilla como Williams, y visualmente tiene grandes momentos que remiten a la película animada, sobre todo cuando Mena y Naomi están en escena. Pulgar para abajo para el villano y sus motivaciones de manual, algunos personajes que no aportan nada y la poca experiencia de Ritchie para el musical.

“Aladdín” nos da la excusa perfecta para hablar de la necesidad de estas remakes en live action y darnos cuenta de que no siempre funcionan, porque la naturaleza de ambos medios no es tan compatible como parece a simple vista. Tal vez, podrían repensar estas historias (algo parecido a lo ocurrido con “Maléfica”), en vez de intentar copiar escena por escena en función de la nostalgia que tanto dicta los gustos del esta segunda década del siglo XXI.