Son muchas las veces que este cronista se pregunta el porqué de algunas producciones, y en este caso la respuesta sigue sin aparecer. Guy Ritchie despliega todo su conocimento cinematográfico para adaptar a live action el clásico animado, pero excepto Will Smith (que la rompe) el fantasma, en todo sentidos, de Robin Williams merodea en una producción que fascinará a aquellos nuevos espectadores, y decepcionará a quienes nos apasionamos con el dibujo que marcó un antes y un después en los Estudios Disney