Aladdin 2019 es la versión con actores del clásico animado de Disney de 1992. Aquella película tenía, además de sus excelentes canciones, la voz de Robin Williams en un papel hecho a su medida. No es metafórico, estaba dibujado a su medida. Gracias a aquel título en Argentina comenzaron a estrenarse los films de animación de Disney con copias en idioma original. Hoy con el estreno de esta remake, las copias en idioma original están en franco retroceso. Pero eso sí, quien la vez en castellano igual tendrá la imagen de Will Smith como el genio de la lámpara.
La historia es conocida, el ladronzuelo Aladdin (Mena Massoud) y su fiel compañero el mono Abu viven en las calles de Agrabah donde accidentalmente cruzan su destino con la princesa Jasmine (Naomi Scott). Pero ella se hace pasar por su sirvienta, lo que le permite andar por las calles sola. El flechazo instantáneo entre ambos choca contra la realidad de que una princesa no puede casarse con alguien de clase baja sin títulos de nobleza. Pero capturado por Jafar, el visir del reino, Aladdin debe ir a buscar una lámpara mágica a una cueva donde, además de la alfombra mágica, encontrará al genio.
Esta remake tiene en la dirección a Guy Ritchie, quien por primera vez en su carrera hace un film para niños, aunque ya hizo algunos films para adultos bastante infantiles. Varios de los vicios visuales este director asoman en la película y demuestra, aunque parezca imposible, capacidad incluso para poder filmar números musicales sin aportarles un poco de sus trucos más insufribles.
Pero también es el responsable del ritmo de la película, de la parte que sí funciona de esos mismos números musicales que obviamente se sostienen por las canciones y por una dirección de arte, vestuario y efectos especiales espectaculares. Lo mejor que se puede decir de Aladdin es que por momentos parece un film de Bollywood y que estos son momentos deslumbrantes.
Los actores están bien y la pareja protagónica también tiene esa química bien del cine de la India donde la protagonista femenina es de una belleza apabullante y el protagonista masculino es un simpático tarambana. Will Smith hace su show, aunque este no tiene –para bien o para mal- el descontrol absoluto del papel de Robin Williams en 1992. El personaje es más completo y la historia decidió no excederse en los anacronismos ni las citas cinematográficas.
Despareja en serio, pasando de malos momentos a otros muy buenos, Aladdin es claramente una de esas producciones gigantes con muchos responsables, con decisiones que van en direcciones opuestas y de ahí los momentos de incoherencia. Pero la sensación final es de simpatía y entretenimiento fuera de época. Algo de Bollywood, algo del cine de los estudios, algo de Disney, algo de Guy Ritchie, algo de Will Smith. Si las canciones del film les gustaron, pueden ver sin problemas y disfrutan de esta nueva versión que trae alguna actualización sorpresa.