En México, un hombre está a punto de ver partir a su pequeño hijo a Italia, a vivir con su madre. Realizan ambos, como forma de la despedida, un viaje a mar abierto que se revelará una aventura tanto exterior como interior. Ganadora del Bafici 2010, este film del realizador Pedro González-Rubio utiliza un registro documental -de hecho eso es lo que parece- para narrar algo que se vuelve un momento extraordinario. Lo más interesante del film es cómo equilibra el protagonismo del paisaje, del movimiento y de la pura acción física, con las emociones intensas de sus criaturas sin que el resultado final en pantalla se sienta forzado o una mera manipulación. Hay en el film momentos contemplativos y de enorme belleza, que funcionan en la medida en que reflejan de modo transparente lo que sucede con los personajes. Carece -y esto es una gran virtud teniendo en cuenta que el punto de partida presenta esta tentación de modo evidente- de cualquier clase de pintoresquismo. Lo que vemos y lo que se experimenta es lo justo y necesario. Esa precisión se agradece de manera absoluta.