Y el mar los unirá
Finalmente llega a las salas porteñas el estreno de este multipremiado film del realizador Mexicano Pedro Gonzalez Rubio que establece un contacto con la naturaleza y su aspecto salvaje con tanta naturalidad como aquella que logra establecer con sus personajes para quienes la cámara prácticamente no existe.
Alamar apela a generar conciencia y empatía con la vida y la naturaleza bajo el pretexto del reencuentro de un padre con su hijo en unas vacaciones donde el muchacho de ciudad descubrirá un mundo completamente diferente.
El protagonista de este extraño documental -¿o ficción?- es Natan, un niño de apenas cinco años, nacido en Italia, quien tras la separación de sus progenitores viajará con su padre Jorge al arrecife de coral de Banco Chinchorro en México, donde además compartirá junto a su abuelo una estadía en la que tomará contacto con la naturaleza y con el oficio de la pesca. Ese contraste entre dos realidades, la citadina donde el confort anula todo tipo de aventura y la de la hostilidad de la naturaleza donde la carencia de confort es manifiesta pero la riqueza del aprendizaje de cosas diferentes la suplanta; entre dos modos de vida que se encuentran en las antípodas de lo cultural, forma parte de la riqueza de la película de González Rubio, que se contagia del viaje y avanza con el ritmo lento que la naturaleza propone.
Un cúmulo de bellas imágenes en las profundidades del océano cuando Jorge se zambulle en busca de crustáceos con su arpón, sumado a aquellas escenas en que enseña a su hijo el respeto por las aves son, sin duda, grandes momentos de un film que si bien se agota en sí mismo por su temática, no deja de sorprender por sus descubrimientos de espacios completamente escondidos; por generar una ternura entre los personajes a fuerza de naturalismo y despojo de artificio que coquetea en forma permanente con las fronteras del documental de observación y la ficción minimalista, sin tomar partido por ninguna.