La quinta película de la realizadora de “Aire libre” y “Por tu culpa” tiene a Sofía Gala Castiglione como protagonista excluyente, en el papel de una chica del interior que viene a vivir a Buenos Aires con su pequeño niño y se dedica a la prostitución. Una actuación consagratoria en una película cruda, humana y feminista.
La vida de Alanis (Sofía Gala, en una actuación consagratoria) no parece tener nada de particular. Vive en un departamento chico en el barrio del Once con su pequeño hijo y junto a una mujer (Gisela) cuya relación, al menos al principio, se desconoce. Un día tocan el timbre y de golpe quedan claro dos cosas: que Alanis y Gisela se dedican a la prostitución (Gisela es su “tía”) y que los que tocaron el timbre no son clientes sino dos oficiales y una asistente social que han llegado hasta su casa por denuncias de los vecinos. A Gisela la detienen por considerarla la madama de su más joven compañera. O “sobrina”…
Pero esa es sola la primera complicación, ya que luego llega el “dueño” del departamento que ambas alquilan (Santiago Pedrero) y la deja a Alanis y a su bebé, brusca y literalmente, en la calle. Lo que sigue narrará el derrotero de Alanis tratando de reubicarse a partir de sus propias conexiones y con la supuesta ayuda de asistentes sociales que no hacen más que complicarlo todo. Acaso Alanis no quiera una “reinserción laboral” convencional, sino que le es más conveniente, económicamente, seguir ejerciendo su profesión.
Así terminará recayendo en el negocio de una familiar y se instalará unos días en el fondo del local, lo cual le traerá algunos problemas con ella, que trata de que empiece a trabajar como mucama, algo que la chica no quiere hacer. Alanis, con su hijo a cuestas, tendrá que buscar por su cuenta otras opciones para sobrevivir, con los riesgos que eso puede implicar.
La quinta película de Anahí Berneri es la más pequeña y a la vez la más franca y directa de todas las que ha hecho. En un estilo pseudo-documental que recuerda tanto el universo de John Cassavetes como la reciente LA NOCHE, de Edgardo Castro, Berneri cuela su cámara en el barrio y en la vida de su protagonista para retratarlos de la manera más realista posible. No hay intento de convertir ni la profesión ni las idas y vueltas de Alanis en algo muy sórdido, violento o particularmente peligroso. Lo que se retrata es la supervivencia de una mujer con un pequeño niño tratando de salir adelante en una ciudad difícil y en una profesión que puede serlo aún más.
De alguna manera, lo que Berneri encuentra en este universo, más allá de los previsibles conflictos que una situación así generDe alguna manera, lo que Berneri encuentra en este universo, más allá de los previsibles conflictos que una situación así genera (en especial desde la burocracia del estado, con sus idas y vueltas y su “mecanizada compasión”) es un grado de solidaridad y comprensión entre pares que le permiten conformar una suerte de familia sustituta que la ayude a sobrellevar la alienación que conlleva vivir en una ciudad como Buenos Aires.
Como en las últimas películas de Berneri (ENCARNACION, POR TU CULPA y AIRE LIBRE), lo que prima aquí es una mirada feminista y frontal a la hora de retratrar a sus protagonistas. Sin necesidad de transformarlas en heroínas y dejando en claro sus fragilidades y zonas complejas y ambiguas, sus personajes son mujeres cuyos deseos quedan muchas veces postergados por sus obligaciones y es esa su lucha cotidiana: hacerse cargo de sus vidas por sus propios medios sin esperar la ayuda de nadie. O, acaso, la de sus pares.a (en especial desde la burocracia del estado, con sus idas y vueltas y su “mecanizada compasión”) es un grado de solidaridad y comprensión entre pares que le permiten conformar una suerte de familia sustituta que la ayude a sobrellevar la alienación que conlleva vivir en una ciudad como Buenos Aires.
Como en las últimas películas de Berneri (ENCARNACION, POR TU CULPA y AIRE LIBRE), lo que prima aquí es una mirada feminista y frontal a la hora de retratrar a sus protagonistas. Sin necesidad de transformarlas en heroínas y dejando en claro sus fragilidades y zonas complejas y ambiguas, sus personajes son mujeres cuyos deseos quedan muchas veces postergados por sus obligaciones y es esa su lucha cotidiana: hacerse cargo de sus vidas por sus propios medios sin esperar la ayuda de nadie. O, acaso, la de sus pares.