Alanis

Crítica de Elena Marina D'Aquila - Cinemarama

Una chica regresa sola a casa de noche.

El cine de Anahí Berneri ha transitado por diferentes temáticas que van desde el amor y la maternidad hasta el submundo del sadomasoquismo gay. En Alanis, su quinto largometraje, aborda la prostitución, pero como sucede con los universos explorados en sus anteriores películas, este acercamiento no se lleva a cabo de forma convencional, sino que exhibe todas las aristas de su complejidad. La directora de Un año sin amor, Encarnación, Por tu culpa y Aire libre relata tres días en la vida de María Espósito, una madre soltera de veinticinco años oriunda de Cipolletti que utiliza el nombre de fantasía que le da título a la película para prostituirse en un departamento, donde vive con su hijo Dante, de un año y medio, y su amiga y colega, Gisela.

Ya desde el inicio, Anahí Berneri deja en claro que, al igual que en el comienzo de Por tu culpa o Encarnación –una empezaba con un primerísimo primer plano de un herpes en la boca de su protagonista y la otra con un plano cerrado de unas manos con lunares–, sus películas no son sobre temáticas, sino sobre personas. Más específicamente, sobre personas reales, criaturas imperfectas que lucen sus cuerpos, auténticos, naturales, frente a cámara. Y Alanis no es la excepción: desde el vamos, la protagonista interpretada por Sofía Gala Castiglione pone el cuerpo frente a cámara en una escena que la muestra desnuda, llena de moretones y sin maquillaje limpiando el baño donde después se ducha, y luego ordenando el cuarto, antes de que le traigan a su hijo, al que le da la teta recostada en la cama hacia el final de la escena. La carga de verdad que imprimen las imágenes y el grado de intimidad logrado para registrar el vínculo entre madre e hijo constituyen otro de los tantos méritos de la película. Sofía Gala construye a su personaje a partir de gestos precisos y su magnífica actuación no es la muestra de un virtuosismo aislado, sino la suma de un potencial actoral que viene exhibiendo desde hace años en la pantalla, incluso restándole protagonismo a Viggo Mortensen en Todos tenemos un plan con su gran fotogenia.

Berneri trabaja con planos en los que siempre deja afuera del encuadre alguna parte del cuerpo, ya sea cortándole parte de la cabeza al personaje o utilizando un solo elemento para componer, narrar y generar tensión, como en la incomodísima escena de sexo en un telo sostenida exclusivamente con un primer plano del rostro de Sofía Gala. Así como la película evade constantemente las formas tradicionales para componer la puesta en escena o colocar la cámara, también encuentra la manera de esquivar el lugar común (y cómodo) a través del cual se suele abordar la prostitución: la trata de mujeres. Aquí la protagonista no se prostituye a través de una tratante que la trajo desde Cipolletti (al comienzo, la policía se lleva detenida a Gisela acusada de tratante, y luego queda claro que no lo es), ni es una madre soltera desesperada que se prostituye por su hijo. María tiene algunas –pocas, quizás–libertades de elección, de trabajo, pero elige trabajar de prostituta, y la película elige no victimizarla ni caer en golpes bajos o giros dramáticos innecesarios. El barrio de Once y sus alrededores encarnan la sordidez del universo donde se mueve el personaje, ámbito también frecuentado por Martín, el protagonista de La noche, ópera prima de Edgardo Castro que, como en Alanis, nunca cae en la tentación de ceder ante el canon publicitario de belleza, mostrando en el inicio a su protagonista calentándose con un chico de provincia que tenía el pecho quemado de polenta.

Pero esa actitud punk de escupirle en la cara a los ideales sociales preestablecidos no es lo único que comparten la quinta película de Berneri y la primera de Castro. Ambas esbozan un retrato emocional humano y honesto, con una mirada amorosa que no prejuzga a sobre sus personajes. La sordidez seguirá presente en la vida de Alanis, pero también la ternura, por eso, al igual que La noche, la película se permite uno de los finales más luminosos que se recuerden en el cine argentino.