La película que provoca la incomodidad de los pseudomoralistas actuales se llama Alanis. Sofía Gala Castiglione interpreta a una trabajadora sexual que además cuida amorosamente a su hijo bebé. El relato se circunscribe a las peripecias del personaje que, tras una denuncia vecinal, de un día para el otro, se queda sin el pequeño departamento que comparte con una colega, en el que viven y trabajan. Alanis encontrará por un tiempo asilo en el negocio-hogar de un familiar en el Once y finalmente hallará la forma de proseguir su modo de vida. La feliz escena final es la más transgresiva de todas; acaso, también, la más femenina. (Esto no es un spoiler, es una lectura).