Sensación de guerra constante
Esta historia de ascenso profesional de una jovencita no es nada nuevo, pero la eleva la actuación de Elle Fanning.
Es probable que el nombre de Max Minghella resuene en quienes hayan visto La red social o, más cerca en el tiempo, la serie The Handmaid's Tale. El actor británico, hijo del fallecido director Anthony Minghella (El paciente inglés, El talentoso Mr. Ripley), se sienta por primera vez en la silla plegable para esta película igual a tantas otras. Incluso la genérica traducción iberoamericana del título original invita a la confusión, a reforzar la certeza de que esta historia sobre el tortuoso ascenso profesional de una jovencita talentosa con la forma de cuento de hadas ha sido vista unas cuantas veces antes.
Minghella sabe que con Alcanzando tu sueño no está descubriendo la pólvora y por lo tanto se dedica a encuadrarse detrás de ese largo linaje previo -no parece casual que en un momento se escuchen los acordes de la canción de Flashdance- , revisitando las postas habituales de este tipo de relatos con seguridad y solvencia, aunque con una estilización visual no siempre pertinente. Sus principales sostenes son un aura proletaria con ecos del cine social de Ken Loach y, sobre todo, el enorme trabajo de Elle Fanning, que canta igual que como actúa: bárbaro.
La nenita de Súper 8 interpreta a Violet, una adolescente de 17 años que vive junto a su madre en la siempre nublada Isla de Wright. No hay dinero para lujos en esa casa familiar de inmigrantes polacos -un detalle con nulo peso dramático-, sostenida como se puede ante la ausencia paterna, y su vida no ofrece demasiadas alternativas más allá de cuidar a los animales de la granja, formar parte del coro de la iglesia, cantar temas melancos en un karaoke de mala muerte y sentarse día tras día en el pupitre del colegio junto a un grupo de compañeros a los que no soporta.
Gran parte de esa información proviene de una larga secuencia de presentación cuyo estilo visual remite invariablemente al de los videoclips pop modernos, mientras de fondo suenan varios temas pegadizos que no hacen más que encender las primeras luces de alerta ante lo que vendrá. Hay una tensión constante entre el tono sin estridencias adoptado por Minghella, y esas explosiones de colores y efectos visuales que se volverán más regulares a medida que avance el metraje, como si el director no terminara de decidirse si observar a distancia o usar la mirada de Violet como punto de vista del relato.
La gran oportunidad llega cuando el reality show musical Teen Spirit anuncia un casting en la isla al que va acompañada por un excantante de ópera croata (¡!) venido a menos que hace las veces de sparring artístico y entrenador. ¿Sparring? Por qué no, si a fin de cuentas Alcanzando tu sueño es deudora de la estructura de las películas deportivas, con la clásica secuencia de montaje del entrenamiento incluida. Lentamente, la chica irá venciendo rivales cada vez mejores, hasta llegar a una final cuyo resultado es fácilmente presumible.
Pero Alcanzando tu sueño se deja ver no es tanto por lo que cuenta como por a través de quien lo hace. Si bien Fanning -siempre lánguida, siempre melancólica- está habituada a moverse en un registro gestual austero e implosivo, aquí le suma una sensación de guerra constante. Una guerra contra sus rivales, es cierto, aunque también contra el tedio de una vida que podría dar una vuelta de campana radical. Gane o pierda, el camino a la adultez recién comienza.