Hay películas que resplandecen sin necesidad de ser perfectas, películas que brillan gracias al magnetismo fotogénico de sus actores y actrices, películas que marcan la diferencia con escenas epifánicas, con breves momentos copados. Este es el caso de Alcanzando tu sueño (insólita traducción de Teen Spirit), la ópera prima de Max Minghella protagonizada por Elle Fanning, a quien ya se puede considerar la actriz más prolífica de su generación (tiene 21 años y cuenta con más de 40 películas).
En la línea de historias de superación personal a lo Flashdance, el filme escrito y dirigido por Minghella pone el foco en Violet (Fanning), una adolescente tímida y solitaria de la Isla de Wight (Inglaterra) que sueña con participar en un concurso de canto llamado Teen Spirit para salir de la malaria familiar en la que vive (madre abandonada por su padre, rutina campestre, trabajos nocturnos sacrificados). He ahí un mundo y una clase social, he ahí el primer acierto de Minghella.
Violet se escapa del bar en el que trabaja por las noches para ir a cantar a un antro al que acuden borrachines de toda laya. Es el único momento en el que la joven puede hacer lo que le gusta. En una de esas noches, un señor entrado en años, grandulón y con aspecto poco confiable, la espera a la salida del pub y la felicita por la voz que tiene, en una escena decisiva.
Minghella presenta a los dos personajes con una economía narrativa sorprendente. La joven y el viejo son dos marginados, dos desplazados que aún no pierden las esperanzas. Ella, de hacer realidad su sueño de convertirse en cantante pop; él, de tener una segunda oportunidad en la vida.
Violet se presenta a la primera audición y la gana. Pero para la segunda necesita un tutor. La joven sabe que su madre no aceptará acompañarla. Y es ahí cuando Violet le pide a Vlad (Zlatko Buric), que es un excantante de ópera croata hundido en el alcohol, que se haga pasar por su tutor. Vlad acepta, pero con una condición: si gana el concurso, él será su representante.
La de Alcanzando tu sueño podrá ser una historia trillada, llena de lugares comunes y liviandades predecibles en el guion, pero tiene algo que la hace singular: el encanto embelesador de su protagonista, su capacidad para cantar, para bailar, para moverse en el escenario con la prestancia de una adolescente inocente con muchos sueños por delante, con mucha energía, con mucha vitalidad.
La puesta en escena es acertada. La película está armada como si fuera una sucesión de videoclips. Minghella se da cuenta de que tiene una actriz poderosa y portentosa, que acapara el plano con solo una sonrisa, y cuyo fulgor no puede desaprovechar. Prometedor debut el de Minghella, que demuestra talento para manejar los lugares comunes del género y conocimiento de la tradición en la que se inscribe.
En los momentos en los que Elle Fanning canta, el filme cobra fuerza y singularidad. Fotografía llamativa, repertorio pop adictivo y actriz eficiente dan como resultado una de esas pequeñas películas en apariencia insignificantes pero con un corazón enorme, que hacen el bien y que, al hacerlo, nos mejoran.