Atento a que no hubo recambio en el segmento “héroe de acción maduro” desde que Harrison Ford perdió la pelea contra su peor enemigo, la osteoporosis, hace un tiempo Gerard Butler decidió tomar la antorcha y recuperar aquellas viejas historias de acción inverosímiles pero disfrutables.
En Alerta extrema, el irlandés es Brodie Torrance, un experto piloto capaz de ponerse al frente de una avión de pasajeros aun cuando los radares de clima muestran una terrible tormenta que puede poner en jaque a la aeronave. Si el exterior no pinta bien, el interior mucho menos: entre los pasajeros se encuentra un hombre condenado por homicidio que está siendo extraditado.
Con semejante punto de partida, está de más decir que todo lo que puede salir mal, sale mal. Un rayo destruye los sistemas de navegación y comunicación, el criminal queda sin custodia, y un aterrizaje de emergencia deja a tripulación y pasajeros a su suerte en una isla repleta de terroristas, a los que Torrance enfrentará prácticamente solo porque, como bien dice en más de una ocasión: “Son mis pasajeros, o sea mi responsabilidad”. Todo muy lógico y probable.
Sin embargo, en este sinsentido radica también la honestidad de la propuesta, que en ningún momento intenta mostrar algo que no es. No habrá conflicto, ni dudas existenciales, ni metáforas sobre el camino del héroe: se trata de sentarse y disfrutar de un vibrante despropósito muy logrado.
Jean-François Richet se luce en las escenas de acción, filmadas prácticamente sin cortes (un mal habitual del cine contemporáneo), como también en la tensión que le imprime a las secuencias de catástrofe en el aire. Esto, sumado al carisma del protagonista da como resultante es un film parejo, sin picos que ovacionar pero tampoco momentos para bostezar.