"Alerta roja" confunde inventiva con capricho
Alerta roja demuestra, una vez más, que reunir actores y actrices populares y carismáticos podrá ser condición necesaria, pero nunca suficiente, para una buena película. No alcanza con Dwayne “The Rock” Johnson, Ryan Reynolds y Gal Gadot para mantener a flote esta historia que mezcla, sin ninguna intención de ocultarlo, situaciones propias de las sagas La gran estafa con otras de Indiana Jones, todo salpimentando con una pátina cool propia de estos tiempos. ¿Que cómo confluyen una de ladrones de guante blanco y otra de aventuras arqueológicas? Gracias a que la película confunde inventiva con capricho, elevando los límites de la verosimilitud, de por sí usualmente elevados en este tipo de películas, hasta niveles imposibles. Alerta roja es una ensalada de ínfulas glamorosas e itinerantes, una comedia (leve) de acción (leve) que recorre gran parte del mundo (desde Bali a Roma, de Egipto a ¡Argentina!) con frenetismo, a velocidad supersónica. Una maniobra similar a la de un guion que pareció haberse escrito con la directiva de que cada escena entregue una nueva revelación, además de mostrar a alguno de sus intérpretes en ropa de etiqueta.
La de Rawson Marshall Thurber (el mismo de dos grandes comedias como Pelotas en juego y ¿Quién *&$%! son los Miller?, en su tercera colaboración con Johnson luego de Un espía y medio y Rascacielos: rescate en las alturas) es la típica película que basa su funcionamiento en la acumulación. En este caso, de países visitados, de situaciones que bambolean al relato como un chico a un osito de peluche, de personajes que parecen buenos, pero después son malos, pero al final no. Clásicamente estructurada a la manera de una "buddy movie", Alerta roja tiene su piedra fundamental en la relación entre el agente del FBI John Hartley (Johnson) y el muy astuto ladrón Nolan Booth (Ryan Reynolds). Al principio, el primero, con la ayuda de una inspectora de Interpol (Rita Aryu), detiene al segundo justo cuando acaba de robar uno de los tres huevos de oro que provienen de la época de Cleopatra y Marco Antonio. El problema es que gran parte del golpe fue orquestado por una mujer misteriosa que hace llamar Alfil (Gadot) y cuyas intenciones cambian unas veinte veces durante las casi dos horas de metraje.
La cuestión es que Hartley y Booth terminan presos y obligados a ayudarse mutuamente a escapar. Hay en sus interacciones un evidente esfuerzo por ver quién es más canchero, quién remata mejor los chistes (mayormente flojos), quién se luce más: gran parte de la película funciona, entonces, como una exprimidora dispuesta a sacarles hasta la última gota de simpatía. Y lo logra, a tal punto de volverlos insoportables. Habrá más engaños y más fiestas de gala tratando de dar con los otros huevos, y hasta un viaje a un refugio nazi donde supuestamente estaría uno de ellos. Un refugio ubicado en ese país recóndito donde piensa Hollywood que se escondieron todos los nazis de la Tierra luego de 1945. El país se llama, claro, Argentina: si para X-Men Villa Gesell era una zona montañosa con nieve, aquí hay unos bosques tropicales que hacen que el Amazonas parezca la reserva ecológica de la Ciudad de Buenos Aires. Alerta roja: la película donde todo es posible.