Alfa

Crítica de Pablo O. Scholz - Clarín

Es, cómo no, una historia de superación. También. Si le agregamos otra c sería de superacción, y algo de esto hay en Alfa, que transcurre hace mucho, mucho tiempo, en una tierra no muy lejana, como la Europa de hace 20.000 años.

Son tiempos prehistóricos, y Kodi Smit-McPhee -el hijo de Viggo Mortensen en La carretera (2009)- interpreta a Keda, el hijo adolescente del jefe tribal Tau. Como todo joven, tiene ímpetus, pero también temores. Más si estamos en una Era de hielo, en la que hay que salir a cazar búfalos con lanzas para alimentar a la tribu.

Keda no sabe ni prender el fuego frotando un palito, y cuando una tragedia lo deje prácticamente muerto, pues bien, no sólo deberá aprender a manejarse solo y -a hacer fuego- para sobrevivir, herido como está, por dentro y por fuera, sino que contará con la ayuda de un lobo. Hasta entonces, un temible enemigo.

Las relaciones con los animales de personajes solitarios no son ni nuevas ni dejan de tener un costado empático. Uno cuida al otro, le da lo que necesita y así, parece, la vida es más fácil de sobrellevar.

En Alfa prima ese vínculo que se trasluce y se transforma en amistad sincera. Si hay tramos de la película en la que algo -o todo- parece increíble, bueno, la imaginación es frondosa y a veces -a veces- se puede permitir que los realizadores se tomen sus licencias en pos de un relato ameno.

El director Albert Hughes -ya separado de su hermano gemelo Allen, con quien codirigió Desde el infierno, con Johnny Depp, y El libro de los secretos, con Denzel Washington- le pone bríos a un relato que tiene tensión y que se construye sobre la base de esa confraternidad entre el lobo y el hombre.

Magníficamente fotografiada por el austríaco Martin Gschlacht (Goodnight Mommy), tiene violencia, sí, pero la vida cuando sólo se vestía con pieles parece que tenía esencialmente esos condimentos.