Ya el título de esta comedia dramática nos adelanta qué es lo que le pasa a su protagonista, Nathalie (Karin Viard). De a poco, siente que en su entorno a todos les va, si no mucho, al menos mejor que a ella.
Siente celos de su hija que estudia para ser bailarina clásica, de su ex, que encontró el amor en otra pareja, de su mejor amiga, de sus nuevos vecinos, y de la joven profesora que ingresa a su escuela y parece querer robarle sus alumnos.
Y Nathalie cambia en su comportamiento. De manera radical.
Pero lo bueno que tiene Algo celosa es que esa transformación -o podríamos decir alteración- que experimenta no se produce porque bebió una poción mágica o se le cayó un piano por la cabeza. Nathalie sufre, claramente, un trastorno psicológico, y hasta que accidentalmente casi asesina a su hija, no lo advierte.
Nathalie parece sabotearse a sí misma, a partir de su enajenación, y de las actitudes que toma con la gente que, más o menos, debería querer o llevarse bien. En eso, el filme de David y Stéphane Foenkinos (La delicadeza) es más que honesto y es donde sale mejor parado. Existe un crecimiento y un cambio en Nathalie que obedece no a circunstancias fortuitas, hay todo un andamiaje dramático que lo sostiene. Y el “hacerse cargo” es más que bienvenido en tiempos en los que el género de la comedia suele ser sólo pasatista.
Obviamente que sin Karin Viard, que se pone la película al hombro, el resultado no hubiera sido posible. Está en casi todas las escenas y, haga reír o reflexionar, es un placer verla.