Si hay un problema central en el filme Algunas chicas es el de no enfocar los problemas de los personajes. Los confunde reuniendo a todas las chicas en días de distracción, juegos y travesuras. De vez en cuando reflexionan sobre algún sueño o sobre algún recuerdo de la adolescencia, pero no hay un problema de raíz que conlleve a la acción final de Celina (Cecilia Rainero). Ni siquiera hay un problema preciso que las vincule a todas. Y aún cuando el cine de hoy en día tienda a dar pocas explicaciones o dejar cabos sueltos, hay una vaguedad constante en esta película que termina por empobrecerla.
Pero tal vez no se trate de plantearnos el vínculo entre ellas como un 'problema'. Plantéemoslo como una incertidumbre, un vacío que las define y las reúne pero que la película no logra darle vuelo. ¿Intenta la película esbozar una crisis generacional a través de Celina, Paula, Nené y María? Podría ser, sólo que no habría muchas causas esbozadas.
En esto las actuaciones son competentes y creíbles, sin embargo no tienen la fuerza que requeriría un drama de mujeres que, en el fondo, siguen siendo chicas. Huyen de sus vidas particulares para distraerse y quedarse perdidas. El guión no les da carne a las actrices para que creen personajes dimensionados con los que podamos tener empatía. Son artificios de cada escena, diálogos sobre insatisfacciones imprecisas que desembocan en lo que a ratos nos asoman tales conversaciones. Pero ni los sueños ni las distracciones de estas chicas disparan imágenes a las que aferrarse ni quedarse pensando.
Finalmente, son los aspectos técnicos de la película los que enriquecen la película a ratos. La fotografía de Fernando Lockett seduce con planos de tonos fríos aunque, en ciertos momentos, el sol resplandece antes de que venga la noche y es ahí cuando nos vemos tentados a pensar que estas chicas mujeres están al borde de una crisis como cuando el animal al que le dispararon por error gime y su eco resuena por todo el bosque pero ninguna lo encuentra. Y en este mismo sentido, si bien la música de Agustina Crespo pudiera pasar desapercibida, resalta ciertos momentos tensos de la película así como lo hace la edición de Delfina Castagnino y Andrés P. Estrada. El momento final está intensificado por una cámara atenta que sigue a los personajes en los que están a punto de descubrir. Y aquí radica la posible fortaleza del filme: en seguir a todos sus involucrados hasta el momento final de la crisis, desde su llegada a la casa de la infancia de Celina pasando por sus sueños y fiestas hasta el momento final. La falla es no sostener tal crisis con un drama más profundo.