Un adiós que duele demasiado
De Stéphane Brizé ya habíamos visto “Un affaire d’amour”. Cine lento, introspectivo, pequeñas obras de cámara con personajes silenciosos que se animan a poco. Alain es un camionero de 48 años. Estuvo 18 meses en la cárcel y vuelve a la casa de su madre. Es huraño, difícil, seco. Y su madre no ayuda: es manipuladora, distante, fría. La relación se sostiene en monosílabos y reproches. Alrededor de ellos circula un par de personajes: un vecino amigo y una mujer que se cruza en el camino de Alain, vínculos que acentúan mucho más la soledad, la falta de horizontes y el vacío. Pero hay más pesares: Alain anda sin trabajo y la madre tiene un cáncer terminal que es lo único que avanza en ese hogar quieto y sin vida. Ella, encima, está tramitando una muerte asistida.
Filme doloroso, triste, con seres que se olvidaron de sentir (¿o nunca sintieron?), aislados, lejanos y con la muerte pisando los talones. Tema difícil, tratamiento respetuoso, una historia algo forzada que recién al final logra emocionar. Tiene dos grandes actuaciones, pero los seres que los rodean y los apuntes que va recogiendo son insustanciales y muy básicos. Y suena algo estereotipado este realismo intimista, austero, minimalista, demasiado engolosinado con su clima trágico, su parquedad y su sequedad sentimental.