Las últimas palabras
Después de pasar 18 meses en la cárcel por un asunto de contrabando de drogas, Alain queda en libertad con un futuro sombrío por delante: con sus antecedentes y a los 48 años, sólo puede conseguir trabajos precarios en una Francia golpeada por el desempleo. Con este panorama no le queda otra opción que instalarse en la casa de su madre, Yvette, una mujer rígida y controladora que no puede soportar que su hijo haya estado preso, aunque sea por un breve tiempo. La relación entre ellos es tirante, la convivencia forzosa alimenta viejos conflictos, y nada cambia ni siquiera cuando Alain se entera de que su madre tiene un tumor cerebral. “Algunas horas de primavera” es una película dura y delicada al mismo tiempo, que jamás apunta al golpe bajo, y que en su economía de recursos está llena de matices. El director Stéphane Brizé (“Une affaire d’amour”) retrata de una forma natural y rigurosa a estos personajes que en el fondo están solos y desesperados, y que son incapaces de transmitir sus sentimientos. Los diálogos son muy escasos, pero la tensión que va creciendo entre madre e hijo es suficiente para sostener esos planos estáticos de miradas y silencios. Brizé incluso se anima a abordar un tema tan espinoso como la eutanasia, y lo hace de una manera casi documental, inusualmente detallista, que enfrenta al espectador con sus propios miedos y fantasmas. Las actuaciones de Vincent Lindon y Hélène Vincent son brillantes. Sería imposible pensar esta película sin ellos. Y después está la belleza madura de Emanuelle Seigner, la esposa de Roman Polanski, que aparece sólo en un par de escenas pero que ilumina la pantalla.