Historia de seres incomprendidos
El director muestra la relación de una madre con su hijo recién salido de prisión a través de los actos rituales, las repeticiones a la hora de la limpieza y la preparación de las comidas. Una especie de violencia contenida que puede advertirse en cada escena.
Desde un tiempo pausado, desde una cámara que mira de cerca el rostro del personaje y se detiene allí, frente al nuestro; en este intento de un primer contacto como el que abre el film, desde el mismo silencio, que llevó a ese aislamiento, que se traduce en ese gesto privado de toda huella de alegría, desde esta primera secuencia en el que Alain, tras haber cumplido dieciocho meses de prisión, regresa al lugar que lo vio nacer, a la casa materna, la escritura del film se va delineando desde los rasgos austeros, desde el subrayado intimismo, desde lo que no se puede llegar a decir.
En "Algunas horas en primavera", título que lleva en sí el nombre de una de las más esperanzadoras estaciones del año, el realizador Stéphane Brizé, quien cuenta en la actualidad con cincuenta y cuatro años, retoma numerosos elementos de su film anterior "Un affaire d`amour" Mademoiselle Chambon, cuya historia nos lleva al mismo actor, Vincent Lindon, interpretando entonces a un albañil quien va a vivir algunos momentos intensos, pero fugaces, junto a la maestra de su hijo. En aquel melodrama la tensión se planteaba desde esa fuerza contenida que a veces no puede alcanzar a manifestarse.
De aquel albañil a este camionero que ya no es, ahora desocupado, rechazado como el film muestra, sólo aceptado como material descartable, como ese primer trabajo a destajo que le sale al cruce, la construcción de este tipo de personajes por parte de Vincent Lindon nos lleva a pensar en el realismo social e intimista del cine inglés de Stephen Frears y Ken Loach, en los años 80 y 90, ahora en una zona alejada de los grandes centros urbanos.
Desde el primer momento en que Alain llega, golpea a las puertas de la casa de su madre, se hace presente el conflicto. A partir de este momento la atmósfera se va densificando, se vuelve cada más opresiva, los silencios se potencian y las distancias, en esos ambientes tan pequeños, se extreman, se tensan. Entre reproches y comparaciones con la figura, con la conducta de quien ya no está, el cariño sólo se mueve de un ambiente a otro en otra presencia doméstica, la del amado perro de Mme. Ivette, Callie.
A través de los actos rituales, las repeticiones a la hora de la limpieza y la preparación de las comidas, la señora Ivette, con su cabello recogido y su severo porte, siempre de pie, escenificará junto a su hijo un contrapunto de desafíos. Pero esa misma violencia, que se traduce en el film de diferente maneras, poco a poco irá mostrando otra facetas, desocultando otra realidad que planteará diferentes giros en el relato.
Engañoso es el afiche que los distribuidores de nuestro país han diseñado para la promoción de este film, al que considero una auténtica obra maestra, un film cercano a "un film de cámara", por el trabajo de composición que se centra en la fuerza dramática de sus personajes, en las relaciones entre los mismos. Frente a las puertas de la sala, el afiche nos presenta al personaje de Vincent Lindon mirando, ciertamente cautivado, a una bella mujer, rol que compone Emmanuelle Seigner, quien con un gesto entre ingenuo y con cierta seducción, ayuda a construir una escena particularmente idílica, en un escenario bucólico, en el cual están presentes, tratándose de esta estación del año, las tan esperadas flores.
Sin embargo no es esta la escena del afiche original: en el mismo, y sobre el fondo de un borroso bosque, el personaje de Vincent Lindon, Alain, mira de manera irascible y esquiva a su madre, quien a su vez dirige su mirada hacia un lugar perdido del fuera de campo. En este afiche, no está presente Clemence, esta mujer a quien él conoce esa noche en el bowling, con quien compartirá algunas horas de pasión amorosa, pero sólo eso nada más. A ella no podrá acercarle nada de su vida, no podrá abrirse ni siquiera a su mirada.
Pero desde esta historia de imposibilidades, (en otro film, en la relación entre madre e hija podemos pensar en "Sonata Otoñal" del siempre admirado Ingmar Bergman), a partir de lo que el hijo toma conocimiento, se nos permitirá ir descubriendo ese momento por el que atraviesa la Sra. Ivette. Y frente a ello, con su orgullo siempre en pie y esa fiereza que la vuelve todo desafío y por momentos imbatible, el haber decidido que la dignidad es algo que no se puede perder.
Film de una solvencia dramática inusual, "Algunas horas de primavera" asombra por el sostenido pudor con el que afronta este momento, que coloca a un personaje ante el puede considerarse como una de las decisiones más cruciales de su vida. Film que se emparenta, que tiende lazos, que abre las manos para estrecharlas con "Las invasiones bárbaras" de Denys Arcand, "Mi vida es vida" de John Badham, "El sabor de las cerezas" de Abbas Kiarostami, "Mar adentro" de Alejandro Amenábar, "Amour" de Michael Haneke, entre otras... El film de Stéphane Brizé nos acerca, nos hace escuchar y seguir de cerca, sin alterar ese tono de necesaria confidencialidad, esos pasos que madre e hijo, mediando una cierta distancia deben seguir transitando.
En esta historia de seres incomprendidos, de vacíos y recelos, de tantas limitaciones, de crueldades, y de llantos en silencios, de afectos ahogados, siempre sobre la mesa, y como ese gesto que a veces lo puede decir todo, la mermelada de manzanas, hecha por Mme. Ivette espera. E igualmente la presencia del querido vecino, Monsieur Lalouette, en más de una oportunidad figura mediadora entre madre e hijo, y confidente amigo, es otra de las voces, de las miradas, que podremos seguir recordando por mucho tiempo de este doloroso, sincero, movilizador film.