Madre e hijo
Esta producción, si bien termina no siendo el tema central, se instala en las antípodas de “Madre e hijo” (1997). Ambas tratar de ser una radiografía de la relación madre/hijo, en una, la rusa, el amor esta expresado en cada plano y en cada gesto, en la francesa una madre tiránica, casi despótica, y un hijo, ya adulto, no puede luchar contra ella. En ambas la muerte acecha a la madre, y en ambas el hijo esta a su lado, las diferencias estaría en las razones. Pero a partir de la apertura sabemos que la realización de Stéphane Brizé se centra en Alain, ya que ese primer plano, toda una concepción de construcción de la imagen, toma justificación recién con el último cuadro, que no sólo se demuestra sino que simultáneamente transforma al primero en una imagen concepto.
Se me hizo presente inmediatamente la muy buena realización “Cama adentro” (2004) de Jorge Gaggero, la historia interpretada por Norma Aleandro, donde una mujer, Beba Pujol, de clase alta en caída libre teniendo que, ya siendo abuela, tenga que salir a vender productos a la calle para conseguir su propio sustento. En una escena clave termina aceptando el canje de productos por un almuerzo en un restaurante tenedor libre, con un plano ya justificado y explicado per se y, por lo visto anteriormente, que muestra a Beba sentada de perfil, mirando hacia la izquierda, casi sobre el limite del cuadro, con todo libre detrás de ella, clara alusión a que “hay pasado, no se vislumbra futuro”
De igual modo el director Brizé, termina por instalar esa imagen primera como concepto, para lo que hizo uso de la relación tortuosa de dos personajes madre e hijo, no importa las circunstancias.
Alain, de profesión camionero, 48 años, esta de viaje es un retorno, luego de salir de la cárcel después de cumplir una condena acusado de haber transportado droga, para volver a vivir con su madre, la que nunca le perdonó la trasgresión legal y que convertirá esa estadía en otro tipo de cárcel, una ya conocida. Esta convivencia forzada traerá al presente una violenta y enfermiza relación pasada, nunca hablada, secretos y mentiras de una familia disfuncional.
Alain comienza a trabajar, a disgusto, en una empresa de reciclajes de residuos, conoce a Clemence (Emanuelle Seigner), tratando de ocultar su pasado reciente que lo avergüenza, lo mismo que el reconocer que vive con su progenitora. Su madre es una manipuladora, casi al limite de lo perverso, pero siempre anteponiendo su egoísmo a ultranza, situación a la que el hijo ya no esta dispuesto a soportar, mientras ella lo quiere retener a su lado para su propio beneficio. Pero al poco tiempo de estar instalado se enterará que su madre padece una enferma terminal y planifica ponerse en manos de una empresa de Suiza que practica el suicidio asistido, algo aceptado en ese país, un paso importante para que las legislaciones mundiales acepten la eutanasia como elección personal.
El director, el mismo de “Un affaire de amor” (2009), se instala como un autor, no sólo a partir de temáticas parecidas, en una el no poder hacerse cargo de los sentimientos propios, en la otra no poder expresarlos. En esta, esa dificultad en poder mostrar los sentimientos, puesto como símbolo de debilidad, de falta de autoestima, y la relación madre e hijo se tensa hasta que explotan ambos.
El diseño de construcción de la narración se apoya en una fotografía naturalista, una música trabajada más como sustento del relato que de manera empática a la historia, y principalmente en los movimientos de cámara, en la elección de los planos, en la cercanía de la tomas, lo que lo constituye en un filme intimista, haciendo foco desde el relato en la relación madre-hijo, pero desde la intención de decir en el clásico dicho que mientras hay vida hay esperanza, sobre todo de cambio.
Lo mejor de la producción son las actuaciones, soberbios los tres, pero algo del orden de la construcción a través de las imágenes se pone en juego desde el principio de manera muy sutil, no por eso menos importante.
Hace poco pudimos ver “Amour” (2012), el tema sobresaliente en ambos es similar, la eutanasia en el de Haneke, y lo que se conoce como suicidio asistido en éste, en uno como acto de amor, en el otro…..defína usted el por qué.
El filme de Stéphane Brizé, es una de esas que no sólo se aconseja, se podría exigir no dejar pasar.