El fin de la vida de una madre frente a su hijo
Si está deprimido/a, quizás no deba ir a ver esta película ahora. Pero si tiene problemas con su madre (cuanto más graves, mejor), vaya corriendo al cine para verla. Imagino que la entrada de cine sale todavía menos que una hora con el psicólogo (imagino, porque yo siempre prefiero ir al cine). Escribo esto porque tengo algunos problemas con mi madre (me fui a vivir a más de 13.000 kilómetros de ella y antes averigüé en Google Map que no existía ningún itinerario que relaciona la ciudad donde ella vive con la mía) y me hizo muy bien ver esta película. Y si es su caso, quizás a usted también le va a hacer bien (y si no es su caso, vaya a verla igual, porque con las madres nunca se sabe). Ahora bien, ¿por qué?
Porque Algunas horas de primavera relata cómo Alain (Vincent Lindon, maravilloso), al salir de la cárcel y a los 48 años, se ve obligado a volver a vivir en la casa de su madre (Hélène Vincent, increíble), a volver a vivir como un adolescente frente a una madre seca y maniática, los dos incapaces de hablarse si no es a los gritos, y porque ahí empieza uno a preguntarse si todas las madres son así.
Porque hijo y madre nunca logran decir lo que sienten uno para con el otro y porque se nota poco a poco que la apariencia es sólo eso, una apariencia.
Porque la madre, muy enferma, con pocos meses de vida, elige su muerte y porque el hijo lo acepta y la acompaña y porque le parece bien.
Porque esta historia, tal como el director (Stéphane Brizé) la cuenta, conmueve sin golpes bajos, sin caer en el pathos, sin escenas innecesarias, algo que no es muy frecuente.
Porque hay personajes secundarios (incluyo un perro que duerme de una manera muy divertida) que tratan de traer la luz que el hijo y la madre prefieren tapar, y porque así la historia encuentra la respiración necesaria.
Porque, al final, se descubre que los pequeños problemas de la vida son justamente lo que son, pequeños problemas, pero que mientras tanto, el tiempo corre, inexorable, irreversible y que sería mejor no perderlo demasiado.
Porque, al final, uno descubre que la madre es la madre, y que uno es su hijo/a, a pesar de lo que puede pasar, a pesar de todo.