Una apática despedida
Hay una gran diferencia entre abordar un tema como la eutanasia y la muerte digna sin caer en golpes bajos, y abordarlo dejando al espectador indiferente. Stéphane Brizé probablemente se haya propuesto lo primero, pero el resultado de su filme se acerca más a la segunda opción.
Alain (Vincent Lindon) sale de la cárcel luego de 18 meses de reclusión. Él era camionero y pasó alguna mercadería ilegal por la frontera. En libertad pero sin trabajo, no le queda otra que volver a vivir con su madre (Hélène Vincent), viuda, metódica, acostumbrada a su vida solitaria (bastante padeció 45 años junto a su marido), y enferma de cáncer. Los días se suceden abúlicamente: no es fácil para Alain conseguir trabajo, y menos vivir con su madre.
En un comienzo el filme parece apuntar a la tensa relación madre-hijo, pero luego, casi como si no supiera qué más contar de ese tema, se centra en la enfermedad de ella.
La falla en la empatía con el espectador radica en la elección de las personalidades de los personajes y en el ritmo tedioso de la película, ya que no sucede mucho hasta bien pasada la primera hora. El personaje de Alain mira todo con la impavidez de un perro frente a las vías del tren, lo lamentable es que lo que ve pasar es su vida. Impertérrito ante la más conflictiva de las situaciones, incapaz de conectarse con otros, lo carcomen la culpa y la vergüenza, pero no alcanzan para movilizarlo, ni que movilice a quien lo observa desde el otro lado de la pantalla.
Su madre es fría, contenida. Decide su vida como quien organiza un esquema, o las compras del supermercado. Su hijo parece no amarla, pero tampoco eso genera lástima o compasión en el espectador. Las actuaciones están muy correctas, pero al respetar las características de los personajes que interpretan no hacen más que fortalecer el clima del filme.
El resultado general es una película que si bien intenta acercarse a una temática compleja, lo hace desde un lugar tan lejano, en forma tan densa, y con personajes tan poco empáticos, que no logra llegar al espectador. El mensaje, si realmente lo hay, queda a mitad de camino.