Agradables viñetas de ritos de pasaje
Después del delicioso "Road July", de Gaspar Gómez, con la nena Federica Cafferata (toda una revelación) que se estrenó el año pasado tras larga espera, se estrena ahora, simultáneamente acá y en su provincia, un nuevo film mendocino sobre niños. De similar simpatía y humildad de espíritu, lo que es un mérito, pero también de menor nivel actoral, desarrollo más disperso y mayor riesgo, esto último debido a su intención abarcativa: se trata de pintar cómo evolucionan tres chicos de grados superiores frente a temas tan complejos como la muerte, la culpa, la responsabilidad que acompaña el cumplimiento de cualquier propósito, la conciencia de las propias limitaciones, la crueldad de otros niños, la mente de los mayores, los sentimientos de amistad y la sensación de enamoramiento.
Todo eso, amén del paso del pensamiento mágico al pensamiento lógico, dentro de lo posible ya que son chicos, en fin, todo eso, en apenas unos pocos días de melancólico vagabundeo debido a la suspensión de las clases. No por huelga, sino por la inesperada muerte de la profesora de música. De qué modo ocurrió, y por culpa de quiénes, eso no lo diremos. Dejemos que estos atorrantes que charlan mientras los demás cantan el Himno Nacional se sientan culpables, al menos por algunos días. Ya vendrá luego el alivio, un poquito de crecimiento, la afirmación de la amistad. El desenlace también es agradable.
Dato risueño, el título de rodaje de esta película era "Adiós, mundo cruel", como cantaba Enrique Guzmán a comienzos de los 60, mucho antes de que el director naciera. Matías Rojo, se llama el director, y ésta es su primera película. Jerónimo Escoriaza, Emilio Lacerna y Tomás E. Araya, los tres niños amigos. Luján de Cuyo, Las Heras, Guaymallén y Godoy Cruz, las locaciones registradas por Máximo Becci, que también fue director de fotografía de "Road July". Productoras, Zeco Darte, de Brasil, que puso el sonido, y sobre todo Cinematres ("Buenos Aires 100 kilómetros", sobre chicos de igual edad pero de San Andrés de Giles). En resumen: una pieza chiquita, imperfecta, pero singular, bastante tierna, con algo para decir. Y lo dice en mendocino.